PABLO PLANAS – LIBERTAD DIGITAL – 11/08/15
· Pujol escribió que los andaluces apenas eran hombres. Junqueras, que los catalanes comparten genes con los franceses en vez de con los españoles. Deliraban por caminos trillados. El catalanismo es, en esencia, supremacista, etnicista, racista, xenófobo y hasta esclavista si se apuran. Almirall, Pompeyo Gener, Prat de la Riba, Rovira i Virgili, Francesc Pujols y el santoral entero de la religión oficial en Cataluña dejaron testimonio impreso de lo que pensaban sobre ellos y nosotros, sobre los catalanes y los charnegos, los de aquí y los otros, forasteros, inmigrantes, murcianos, castellanos, sospechosos habituales. «Unionistas» en la jerga política actual.
La flexibilidad del relato nacionalista permite giros del guión tipo sublevación del servicio. De ese modo, se puede sostener que la bella y próspera Catalonia es una colonia sometida al autoritarismo centralista, a pesar de que las fuerzas unionistas son una minoría excéntrica y recalcitrante, friki y cohibida. Y surgen voces que llaman a la rebelión y a la desobediencia. Monjas alférez, columnistas del régimen y fuerzas vivas que se creen el jodido Vietcong en Ahora es la hora, parte tres.
En un comentado artículo de sesgo nacionalista se ha pedido convertir Cataluña en «un Vietnam para los españoles». Se entiende, en principio, que no es una llamada a emboscarse en la jungla con un pijama negro, un kalashnikov y un sombrero cónico de paja para hostigar a las fuerzas coloniales de los Estados Unidos de Castilla y Aragón. Se trata de hacer la vida imposible a un enemigo desarmado, desarticulado y marginado, los tibios y los no nacionalistas. No es tampoco nada nuevo. Lenguaje de guerra. El mismo Mas ha dicho en público que le quieren romper las piernas, que actúa en legítima defensa y que hay que resistir porque de lo contrario Cataluña será aplastada. Ahora está en Menorca descansando de tanta batalla.
No es que Mas se compare con Ho Chi Minh. Él es más de Moisés o Mandela, pero sus discursos son las arengas completas del general Custer. Todo este desatino tragicómico se asienta en el enorme chorro de endorfinas que dicen sentir los catalanistas cuando comprueban que son a su estricto modo catalanes, buenos catalanes, soberanistas, indepes, al corriente de pago en la ANC, Òmnium, los castellers de distrito y conestelada en el ático. Señoritos y señoritas de los que toman medios gintonics. Aún hay clases. La sensación de autoestima es indescriptible, pero se resume en que España es una castaña y en lo catalán, ese fruncimiento nasolabial imposible de imitar que les delata ante la chacha que no ve TV3.