Ignacio Camacho-ABC
- El sainete del salario mínimo ha dejado en cuestión la leyenda de infalibilidad propagandística del relato monclovita
El enredo es tan insólito y tan absurdo que hay quien sospecha que se trata de una discrepancia pactada para rescatar a Yolanda Díaz de la sima demoscópica en que se ha hundido. Pero aun si así fuere la puesta en escena ha derivado en un desastre comunicativo porque el Gobierno al completo se ha saboteado a sí mismo al anular el impacto de una medida de tan indiscutible alcance social como la subida del salario mínimo. Y si el desencuentro es real saca a la luz un pulso de poder y un descalzaperros que deja estupefactos a los ciudadanos y no sólo pone de manifiesto que los socios de coalición son incapaces de ponerse de acuerdo sino que ni siquiera hablan entre ellos. El sainete del martes, con dos ministras acusándose mutuamente de mentir, estuvo a punto de desembocar en la violación del secreto legal sobre las deliberaciones del Consejo… en el caso de que de veras haya existido disenso. Todo esto mientras el presidente guarda silencio, aunque de los hechos se infiere que avala el criterio de María Jesús Montero.
Ese criterio, ya lo saben, consiste en quedarse, mediante el correspondiente mordisco tributario, con un porcentaje relevante –unos veinte de los cincuenta euros mensuales– del aumento decretado. Hasta ahora, el SMI bruto venía marcando el límite exento de tributación, euro arriba o euro abajo, pero Hacienda se niega a actualizarlo por no renunciar a los mil millones que espera recaudar con el salto de rango. De este modo, el incremento a percibir por los trabajadores de sueldo más bajo resulta sensiblemente reducido y el esfuerzo extra de los empresarios acaba en buena parte en manos del Fisco. Díaz se queja, con razón, de que ese bocado merma en demasía el beneficio retributivo y de paso el efecto de su propio compromiso. Y el PP, cuya posición sobre el alza salarial nunca ha sido entusiasta, ha aprovechado el ruido para meter palo en la candela a ver si aviva el conflicto y provoca una nueva derrota parlamentaria del Ejecutivo.
Estemos ante otro sainete como el de la ‘ley del sí-es-sí’ o ante un intento de engañifa, lo único cierto es que la escenificación ha sido desastrosa para sus protagonistas y ha dejado en solfa la leyenda de infalibilidad propagandística que rodea a la fábrica de relatos monclovita. El espectáculo de desmentidos, contradicciones y pellizquitos en plena rueda de prensa se pareció mucho a un ajuste de cuentas mal resueltas en la esfera interna. La teoría suspicaz, la de la operación para reflotar las maltrechas expectativas de la extrema izquierda, presupone a los guionistas del sanchismo una inteligencia sofisticada de la quizá carezcan. Y de cualquier manera, el sinsentido no tiene ya otra salida que la de recurrir a los nacionalistas para que solucionen la papeleta previa entrega de nuevas ofrendas. Al fin y al cabo, tanto Sánchez como su vicepresidenta están acostumbrados a negociar en Bruselas.