IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Tras poner la amnistía bajo sospecha en el ámbito europeo, el PP ha echado una palada de tierra sobre su propio éxito

El mayor éxito de la oposición en estos primeros meses de legislatura ha sido la decisión de la Eurocámara de investigar los contactos de Puigdemont con Rusia. Por eso sorprende que el PP haya cerrado la semana saboteando su propio logro con la torpeza que acostumbra. Asustados ante la amenaza del prófugo de revelar una presunta oferta de amnistía recibida en nombre de Feijóo durante los tanteos de su fallida investidura, los populares se han enredado en una inoportuna maraña de explicaciones tan contradictorias como confusas. Y así no sólo han permitido al adversario tomar cierto aliento en su desventajosa campaña gallega sino que han echado una palada de tierra sobre el incuestionable triunfo de la resolución europea. Esto se llama pisarse uno mismo la manguera.

El error es notable. Las relaciones del separatismo catalán con el entorno de Putin son un hecho contrastado que genera amplia desaprobación en el ámbito comunitario, donde el debate sobre la impunidad de los golpistas ha cambiado de enfoque y de plano: de la indiferencia ante un asunto ‘doméstico’ ha pasado a un mayoritario rechazo contra la intromisión del enemigo común en la estabilidad de un país aliado. Ese giro del estado de opinión complica los planes de Pedro Sánchez y estigmatiza sus alianzas con un sesgo sumamente antipático. Se trata de un salto de escenario: los lazos con Moscú tienen impacto tóxico en un momento geoestratégico muy delicado.

También hay repercusiones de orden interno. El reconocimiento internacional de la posibilidad indiciaria de un delito de traición, sumado al de terrorismo, desmantela la acusación de guerra sucia judicial y deja a los jueces campo abierto para proseguir la investigación sin más límite que las garantías del Estado de derecho. Al margen de que la imputación personal de Puigdemont pueda o no concretarse, la sola existencia de esos sumarios constituye otro obstáculo para el proyecto de borrado penal de la revuelta independentista y la rehabilitación política de los insurrectos, condición indispensable para que la andadura de este Gobierno no entre desde sus primeros pasos en punto muerto.

Todo ese indiscutible avance en el intento de frenar el desarme de las instituciones ha quedado en entredicho, al menos de manera parcial, por el patinazo táctico del partido que ha sido capaz de conseguirlo. Feijóo ha tropezado presa de un inusual nerviosismo, y las aclaraciones y matices añadidos no hacen sino enredar más el lío. El electorado de la derecha no es comprensivo con las incoherencias porque son precisamente el principal fundamento de sus críticas al sanchismo. Y sondear amnistías o indultos, por mucho que fuera sólo a título exploratorio, es en sí mismo un sinsentido ético, político y jurídico cuyo coste trasciende a las elecciones del domingo para convertirse en un respiro a un antagonista a punto de quedarse sin oxígeno.