Juan Fernández-Miranda-ABC
- Los enemigos de la Transición buscan por la vía judicial internacional lo que no logran por la vía legislativa nacional
Cuarenta y cinco años después de la reconciliación entre españoles, la decisión de la Corte argentina de rechazar por unanimidad el procesamiento del exministro Rodolfo Martín Villa tiene una enorme trascendencia política en la España de 2021, y es una excelente noticia para los defensores de aquel proceso de reconciliación. Quien no lo entienda así es porque o no conoce la Transición o no conoce a la actual izquierda española. Una de dos.
Si la Corte argentina hubiera avalado los argumentos de la juez Servini, la izquierda populista española estaría hoy celebrando por la vía judicial internacional lo que ellos no acaban de conseguir por la vía legislativa nacional: la muerte de nuestra Ley de Amnistía, clave de bóveda del proceso de Transición. Si cae la amnistía, los revisionistas camparán a sus anchas y será muy difícil mantener vivo el espíritu de reconciliación sobre el que se basa el pacto social de la Transición.
Los argumentos de la juez contra Rodolfo Martín Villa, al que acusa ni más ni menos que de genocidio, son los mismos que pregonan Podemos, sus confluencias y los independentistas. Por eso fue tan relevante que hace ahora un mes el Gobierno aceptara una enmienda de Podemos y ERC a la ley de Memoria Democrática para investigar los crímenes del franquismo. Aquello significó que el PSOE, uno de los padres de la Transición, abandonaba su posición histórica y abría la puerta a dinamitar la Amnistía del 77, para regocijo de los enemigos de la Transición, la Constitución y por extensión la Monarquía parlamentaria.
Afortunadamente, los tres magistrados argentinos le han dado un sonoro revolcón a una juez ideologizada que lleva años jugando a ser una versión sudamericana del peor Baltasar Garzón. Pero el revolcón jurídico a Servini lo es también a la izquierda española, incluido el PSOE: es verdad que hace un mes el ministro Bolaños salió veloz a restar importancia a aquella enmienda y a frenar a podemitas e independentistas, y es verdad que finalmente el PSOE no se ha atrevido a tanto; pero también lo es que es el Partido Socialista quien está jugando con fuego. La Historia colocará a Carmen Calvo en su sitio como promotora de un revisionismo de saldo que sólo satisface a los que se quieren cargar el sistema. El ministro Bolaños, heredero de esa ley envenenada, debe decidir si es continuista con la labor de Calvo –que lo es a su vez de la de Zapatero– o si tiene el cuajo político suficiente para decirle al presidente Sánchez que deje de juguetear con Franco, con la Transición y con la reconciliación entre españoles.
Cuando Isabel Vega adelantó ayer en ABC la decisión de la Corte Argentina, descolgué el teléfono e hice dos llamadas. La primera, cómo no, al propio Martín Villa. Prudente como es él, contenía su satisfacción al conocer una noticia que llevaba años esperando. Profesoral como es él, incidió en dos claves: la unanimidad del tribunal y la decisión de la Fiscalía de no personarse en la causa.
La segunda persona a la que llamé es a Fernando Suárez, miembro del último Gobierno de Franco y la persona que mejor simboliza hoy el abrazo entre españoles: él fue quien se enfrentó dialécticamente a los inmovilistas en defensa de la Reforma política. «Es una buena noticia –me dijo–, pero es la cosa más natural del mundo. Llamar a Rodolfo genocida es una desmesura intolerable». Y así es, por eso el tribunal reprocha a Servini que le pusiera al pie del banquillo sin prueba alguna. Pero es la mejor muestra de hasta dónde están dispuestos a llegar los que quieren reventar el sistema que ha devenido en la etapa más próspera de nuestra Historia y que, conviene decirlo hoy también, vino de la mano de Don Juan Carlos, del que ahora sólo se habla para mal.