Los líderes de Batasuna han sido muy lentos a la hora de entender que la violencia es un obstáculo para la independencia pero se merecen algo de crédito por mantener su nueva estrategia de paz de cara a la muy dura respuesta de Zapatero al alto el fuego de ETA.
Los radicales vascos relacionados con el partido prohibido Batasuna han anunciado que crearán un nuevo partido cuyos estatutos rechacen explícitamente el uso de la violencia para conseguir sus objetivos de independencia y socialismo. Esta noticia confirma el cambio positivo de Batasuna de retirarse de la sombra del grupo terrorista ETA que ha dominado el partido desde su fundación en 1978.
El cambio ha sido evidente desde que el 5 de septiembre ETA declarara el cese de “las operaciones ofensivas”. Altos dirigentes de Batasuna han pedido en repetidas ocasiones al grupo que confirmara categóricamente que ese alto el fuego es “permanente e internacionalmente verificable”. Como no se ha producido ninguna confirmación, han dejado claro que el tren de la paz saldrá de la estación con o sin ETA, de la que se cree que está profundamente dividida ante la posibilidad de su propia disolución.
Este nuevo escenario supone una oportunidad excepcional para el acosado política y económicamente Partido Socialista, actualmente en los gobiernos de Madrid de y de la Comunidad Autónoma Vasca. El presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero se arriesgó a favor de la paz en 2006 cuando ofreció conversaciones a ETA a cambio de un alto el fuego previo. Salió muy quemado tanto por la estrategia de negociación fundamentalista de ETA como por la irresponsable campaña en contra de cualquier proceso de paz organizada por la oposición conservadora de España.
Desde que ETA cortó esa tregua con un atentado mortal, Madrid ha empleado exclusivamente métodos policiales para luchar contra el terrorismo vasco. Esta estrategia, junto con la disminución del apoyo popular, ha reducido la capacidad operativa de ETA.
Los líderes de Batasuna han sido muy lentos a la hora de entender que la violencia es un obstáculo para la independencia pero se merecen algo de crédito por mantener su nueva estrategia de paz de cara a la muy dura respuesta de Zapatero al alto el fuego de ETA. Éste no ha hecho ninguna concesión. De hecho en los últimos meses se han visto olas de detenciones de radicales empañadas por las persistentes denuncias de torturas. Estas acusaciones dan cierta credibilidad al pobre historial de derechos humanos de la España democrática.
Sería un gran error si el poder judicial español, a menudo peligrosamente politizado, estuviera ahora poniendo obstáculos artificiales en el camino de los radicales a la plena participación en la política democrática. La legalización de un nuevo partido que rechaza la violencia no debería ser un estímulo para ETA. Sería una clara señal de que todos menos una pequeña minoría de sus antiguos partidarios entienden al fin que el grupo es totalmente innecesario.
The Irish Times (Irlanda), 30/11/2010