- ¿Es posible un avance positivo hacia el rescate de España de la falsa gobernabilidad conseguida gracias al apoyo de los que quieren destruirla? Yo creo que sí
Para saber si debemos tomar con entusiasmo o temor los avances colectivos es preciso saber dónde estamos y a dónde nos gustaría ir. Creer que todo avance es positivo es tan pueril como dar por hecho que siempre es mejor subir que bajar. Recordemos el exaltado discurso (verosímil aunque falso) de aquel gran líder revolucionario: “Cuando llegué al poder, nuestro país estaba al borde del abismo. Pero ahora, gracias a mí, hemos dado un gran paso hacia adelante”. Recordé esta arenga cuando en la noche del 23-J, en el balcón de Ferraz, Sánchez aseguraba que son muchos más los españoles que quieren avanzar sin miedo frente a quienes preferiríamos no acelerar en las curvas. Sin poner en duda este aserto presidencial, cabe preguntarse si eso es bueno o malo. Si avanzar es insistir e incluso radicalizar las leyes sobre memoria, género, delitos sexuales, costumbres tradicionales, etc. que han provocado una polarización antagónica en el país; o si consiste en hacer concesiones extraconstitucionales a los partidos separatistas, enemigos probados de nuestra democracia y no hipotéticos como los llamados ultras… pues francamente me parece dar pasos alegres hacia el abismo y progresar en el apetito de catástrofe. Y por supuesto no cambia mi consideración que sean más o menos los dispuestos a avanzar así…
Pero, ¿es posible todavía otro tipo de avance, un avance positivo hacia el rescate de España de la falsa gobernabilidad conseguida gracias al apoyo de los que quieren destruirla? Yo creo que sí y me parece que la mayoría de los españoles (esta vez sí, mayoría de veras) lo piensan y desean también. Sánchez ha perdido las elecciones: por mucho que salte y vocifere, no está vivo sino mal enterrado. Basta para avanzar que un puñado de socialistas decentes apoyen a quien ha ganado y rematen la tarea patriótica, difícil pero inaplazable.