Llama la atención el hecho de que Ibarretxe esté dispuesto a liderar con denuedo proyectos que separan, dividen y enfrentan a los vascos y sea incapaz de ponerse a la cabeza de la iniciativa para comunicar las tres capitales vascas, para integrar, mejor relacionar y avanzar en la calidad de vida de los habitantes de la CAV.
A mediados de los noventa se podían ver en algunos balcones de viviendas de Madrid carteles que rezaban: ‘AVE por Toledo’, ‘AVE por Cuenca’. No parece exagerado pensar que estaban colocados por ciudadanos nacidos en esas ciudades y residentes en Madrid, o por personas que, por las razones que fuera, estaban interesados en que el AVE tuviera una estación en aquellas ciudades. En esas fechas sólo existía el AVE Madrid-Sevilla, con paradas en Ciudad Real y Córdoba, construido durante el Gobierno socialista de Felipe González. Este primer AVE contó con la crítica acerada de los neoseñoritos andaluces, quienes, con la puntería que les caracteriza para saber las necesidades de la gente, auguraron su fracaso, certificaron su inutilidad y lo condenaron por socialista antes de que empezara a andar.
La vida del AVE a Sevilla demuestra que estamos ante un medio de transporte de una extraordinaria eficacia, ya de proverbial puntualidad y de uso generalizado y masivo por parte de miles de ciudadanos. El primer AVE costó un dineral, pero ha generado riqueza, ha dinamizado económicamente a Andalucía y ha mejorado la calidad de vida de los miles de ciudadanos españoles que lo usamos regularmente.
Después del AVE a Sevilla ha venido el AVE a Zaragoza, a Cataluña, a Málaga, a Valladolid, todos ellos con idénticos resultados: creación de riqueza y mejora en la calidad de vida. Ahora todo el mundo quiere que la alta velocidad pare en su ciudad, aunque eso es imposible porque entonces dejaría de ser lo que es, un medio de comunicación de extraordinaria rapidez que no puede detenerse en todas las estaciones y apeaderos, pues perdería su esencia.
Aquí, en la CAV, se lleva hablando de la ‘Y vasca’ desde el siglo pasado, en sentido estricto, y cuando ahora parece que estamos en el buen camino para avanzar en la construcción de tan necesaria infraestructura, nos encontramos con que surgen voces contrarias al tren que deberá comunicar mejor a los vascos entre sí. No es extraña esta reacción en un país en el que lo primero que surgió nada más empezar a hablarse del Guggenheim como proyecto fue una plataforma anti-Guggenheim, que se apresuró a liderar uno que hoy es ínclito asesor de Ibarretxe.
Se oponen al AVE los de la trama civil de ETA, cosa previsible si tenemos en cuenta que uno de sus ideólogos dijo no hace mucho que Euskadi sería realmente libre el día que los bueyes pasearan por el Boulevard donostiarra. Se oponen los de EB, que no tienen bastante con oponerse entre ellos mismos -hasta poner el partido al borde de la extremaunción-, y critican aceradamente al AVE por su exceso de velocidad. Los de EA, partido también aquejado de crisis terminal, no se sabe muy bien si se oponen más o lo apoyan menos. ¿El PNV? Pues depende, algunos lo defienden, parece que con ganas, y otros, en los municipios por los que puede pasar, no lo defienden, no se sabe si para que no les riñan los ‘batasunos’. Lo apoyan con ahínco los socialistas y los del PP. Me imagino que también son muy partidarios los empresarios, la gente que viaja en general y los que piensan, en un derroche, aquí arriesgado, de sentido común que es mejor para la vida en sí estar bien comunicados entre nosotros y con el resto de España que permanecer confortablemente aislados de un sistema de transporte, el tren, que cambió históricamente la vida de los ciudadanos de todo el mundo allí donde se puso en funcionamiento.
Llama la atención el hecho de que Ibarretxe esté dispuesto a liderar con denuedo proyectos que separan, dividen y enfrentan a los vascos y sea incapaz de ponerse a la cabeza de la iniciativa para comunicar las tres capitales vascas, para integrar, mejor relacionar y avanzar en la calidad de vida de los habitantes de la CAV. Posiblemente la gente que está con los pies en la tierra agradecería más vehemencia en la defensa de la ‘Y vasca’ y menos contumaz pasión en planes delirantes.
Aquí hubo gente que se negó a la construcción de una autovía que debía unir Navarra con la CAV. Los argumentos fueron chipiritifláuticos: por esa carretera entrarán a Euskadi los carros de combate de la OTAN, dijo, muy serio, el novillero de la Mesa Nacional de entonces. Ahora hay gente que entiende que negarse al proyecto de alta velocidad es una forma de defender la tierra de los padres. Desde que el hombre está en la tierra el espacio natural es un espacio geográfico, esto es, transformado por el hombre. El hombre no ha hecho otra cosa que transformar el espacio desde que lo habita. Lo ha transformado para poder sobrevivir, para mejor vivir, para avanzar, para progresar, para intentar ser feliz. El tren de alta velocidad reúne todos los requisitos de progreso, modernidad y bienestar que cabe exigirle a una obra pública. Lo demuestran, con creces, los kilómetros de alta velocidad que se han hecho ya en toda España.
Sería bueno que este proyecto se culminase lo antes posible, sirviera para cohesionar a la sociedad vasca y no fuera atacado por quienes quieren hacer creer que les importan los árboles cuando en realidad jalean los asesinatos de personas.
José María Calleja, EL CORREO, 12/8/2008