- Las tensiones que amenazan a la democracia europea en general, y particularmente a la española, son muy potentes. Cuidado.
Cuánta razón tenía el maestro André Maurois al advertirnos de que el problema de hacerle ver a un fanático que se equivoca radica en que lo que quiere, precisamente, es eso. Los exhortos a la sensatez en los socios de gobierno de Sánchez, incluso al mismo presidente, los juzgo, pues, estériles. Como al inquilino de la Moncloa le aprietan las clavijas desde Bruselas, donde no te dan de comer los cambios de nombre del Valle de los Caídos o las matemáticas con perspectiva de género, tiene que huir hacia adelante. Lo mismo que un comunismo caviar que ya no sabe qué carta sacarse de la manga para trampear una partida de la que empiezan a darse cuenta que van a salir perdedores. Otro tanto les digo en mi tierra, en la que ahora parece que la última consigna es el peligro que amenaza al catalán como lengua. Además, son tan burdos que ya ni siquiera se molestan en calafatear un mínimo sus embustes y los sueltan a la brava, que todo alimenta a su parroquia.
Franco, el peligro de la extinción del catalán, el indulto de Juana Rivas y toda esa falla destinada a quemarse por combustión espontánea son síntomas de lo que pasa en nuestro entorno. Al no existir un corpus ideológico consistente en nacionalistas y marxistas, porque lo han ido diluyendo en dietas, viajes, Visas y demás gabelas, hacen de lo estrambótico su cotidiano esfuerzo. Unen a estos retales sin sentido el peligro de la extrema derecha y se permiten decir que, ¡cuidado!, si gana el PP debería gobernar junto con VOX, ya saben, la extrema derecha. Omiten dos cosas importantes. Primera, VOX no es de extrema derecha y, por otro lado, el PSOE lleva gobernando con la extrema izquierda bolivariana, con los golpistas catalanes y con los filo etarras vascos hace dos años. Que a Esquerra sus socios de las CUP no les voten sus presupuestos, que lo que los de Junqueras apoyan en Madrid, léase el PSOE, lo consideren poco menos que un grupo de leprosos en Cataluña, o que ese gobierno de broma que existe en la generalidad conceda tan solo once miserables millones de su abultado presupuesto en ayudas a las familias debería provocar elecciones inmediatas.
Pero es que lo mismo sucede en el ámbito nacional. Quiero ver qué le pasa a esos papelitos que han elaborado desde el gobierno y que tienen todos los números para entrar de lleno en la ciencia ficción con pompa y boato. Todo esto, la ruina económica y la crisis social que ya estamos viendo en el día a día, con la inflación en aumento, los precios cada vez más caros y una tasa de desempleo abrumadora deberían hacer reflexionar a Sánchez. Pero ni este ni el presidentín catalán saben qué significa ese verbo. Diré en su descargo que en Europa también lo desconocen. Vamos tarde con la guerra que el bloque comunista, o sea, Lukashenko con Putin detrás, ha declarado a la Unión Europea. Porque no es solo un asunto de Polonia, ni de que ahí gobiernen los fachas, Dios nos libre, fachas porque defienden sus fronteras, dónde vamos a llegar. El problema es que al viejo continente y a su no menos vieja clase política no le quedan fuerzas ni para ir al lavabo y están haciéndose sus necesidades encima. Los buitres que nos sobrevuelan lo saben y están a la espera que el cadáver acabe de expirar. No se trata de razonar con ellos, porque con un carroñero no se negocia. Con un fanático, tampoco, como les decía al principio. Que sea precisamente el Reino Unido, que se ha salido del club de magnates de las finanzas que es la Unión, el único país que ha enviado tropas a la frontera polaca debería hacer caerles las caras de vergüenza a todos los integrantes de la Comisión europea. O que la NATO todavía esté dándole vueltas a si se aplica el artículo cuarto de sus estatutos, cuando se ha aplicado muchas veces en favor de la Turquía de Erdogan. A Turquía hay que ayudarla a defender sus fronteras. A Polonia, se estudiará. Y es que, por no tener, la Unión no dispone siquiera de un ejército europeo. Qué fácil se lo estamos poniendo.
Son avisos de una tormenta que, por más que los blandengues se obstinen en lo contrario, va a estallar más pronto que tarde. Y quienes deberían estar proveyéndonos de paraguas no tan solo no lo hacen sino que, además, están bailando la danzade la lluvia. Cuánta insensatez. Eso sí, en catalán y con perspectiva de género. Algo es algo.