- Lo sórdido, lo deprimente es que tantos medios y tantos periodistas acepten la ley del Oeste como vinculante. Que no le contesten al chulo de Moncloa lo único que se le puede soltar a quien pretende hacerte callar sin mediar una sentencia judicial: chúpame un pie
Aunque los planes censores de Sánchez van a ser el parto de los montes, queda clarita la calaña autoritaria del personaje. Si pillan a tus familiares con el carrito del ‘helao’, el repertorio de reacciones posibles en democracia no es que sea muy estrecho, pero es limitado. No hay recurso más extendido en el mundo que el ventilador de la basura, y Sánchez no se iba a privar de él. Bien, el problema del ventilador es que los desechos se posan, vienen los jueces y los examinan. Al final pueden decir si se trataba de confeti marrón o de guano. Si es guano, adelante con los faroles. Una de las muchas diferencias entre Sánchez y la gente decente es que a la segunda nos parece muy bien que los delincuentes de todos los colores paguen por lo hecho. En la izquierda esto no funciona así. Qué va. No contentos con obtener la impunidad por la vía que sea, literalmente; no contentos con su bravucona falta de disimulo, se vanaglorian de los nuevos privilegios para ellos y por ellos creados. Con recochineo.
Baste recordar al autócrata en un mitin –entre espantosos pareados párvulos que empiezan por «ista, ista, ista» (hay que ser memo), esa falsa familiaridad hacia las filas de maniquís con bocadillo–, anunciando cómo una de las condenadas por los ERE se iba a librar. Antes de eso, o mientras, o después, Sánchez dicta por la ley del Oeste que ni se habla ni se escribe sobre su familia. Y si el hermano hizo un millón y medio en acciones del BBVA durante la pandemia, es cosa suya y de nadie más. ¡A ti qué te importa cómo lo hizo! Y si a su mujer le ponen una cátedra contando como título con una etiqueta de Anís del Mono, ¿pa qué hurgas? Lo sórdido, lo deprimente es que tantos medios y tantos periodistas acepten la ley del Oeste como vinculante. Que no le contesten al chulo de Moncloa lo único que se le puede soltar a quien pretende hacerte callar sin mediar una sentencia judicial: chúpame un pie.
Nada de eso. Corren todos los medios del régimen, más tres cuartos de los que se suponen críticos, a señalar al prójimo. ¡Nosotros no somos los del fango, son esos de ahí! ¡ñi ñí! Es lo que pasa cuando todo el mundo está tieso, cuando se agarran cabeceras ilustres y se les quiere dar la vuelta como a la niña de El Exorcista, cuando las grandes decisiones editoriales no se toman en el diario sino en el despacho del ministro o, lo que es peor, del presidente del banco u otro gran anunciante. Así que no interpreten, queridos lectores, los tembleques de la profesión como resultado de ningún poder de Sánchez. Sánchez no tiene modo legal de censurar ni de cerrar medios. Pero sí puede escatimar campañas institucionales y presionar a grandes empresas del Ibex para que hagan lo propio. Y con el agua al cuello, la mayoría se humilla.