Josep Borrell-El Correo
- No hay alternativa a la triple estrategia: respaldar a Kiev, presionar a Rusia para que acabe su agresión y trabajar con el mundo para afrontar las consecuencias
El 24 de febrero de 2022 será siempre recordado como el día en que Rusia inició su invasión brutal, no provocada e ilegal de Ucrania. Fue y sigue siendo un caso claro de agresión y violación de la Carta de las Naciones Unidas. Esta guerra no es «solo una cuestión europea» ni se trata de una pugna de «Occidente contra el resto». Lo que está en juego es el tipo de mundo en el que todos queremos vivir. Nadie está a salvo en un mundo en el que el uso ilegal de la fuerza, que en este caso está además a cargo de una potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad, se «normalice». Por ello, el Derecho Internacional debe regir en todas partes para protegernos del abuso de poder, del chantaje y del ataque militar.
Un año después, existe el riesgo de que la gente se acostumbre a las imágenes de crímenes de guerra y atrocidades que ve porque son muchas, de que las palabras que utilizamos empiecen a perder su significado porque tenemos que repetirlas muy a menudo, y de que nos cansemos y debilitemos nuestra determinación porque el tiempo pasa y la tarea que tenemos por delante es difícil. Pero tenemos que persistir. Cada día que pasa, Rusia sigue violando la Carta de la ONU, creando un peligroso precedente imperialista, matando a mujeres, hombres y niños ucranianos inocentes, lanzando sus misiles sobre ciudades e infraestructuras civiles y difundiendo mentiras.
Para la Unión Europea y nuestros socios, no hay otra alternativa que mantener el rumbo de nuestra «triple estrategia»: apoyar a Ucrania, presionar a Rusia para que ponga fin a su agresión y ayudar al resto del mundo a hacer frente a las consecuencias. Y esto es lo que venimos haciendo desde hace un año con éxito. Hemos adoptado sanciones sin precedentes, reducido nuestra dependencia de los combustibles fósiles rusos y, en estrecha colaboración con nuestros principales aliados, recortado en un 50% los ingresos energéticos que el Kremlin obtiene para financiarse. Trabajando juntos y, en parte gracias a nuestras Rutas de la Solidaridad y a la Iniciativa de Cereales del Mar Negro, estamos ya logrando la bajada de los precios de los alimentos y la energía.
No basta con decir que queremos que Ucrania pueda defenderse. Necesita los medios para hacerlo. Y por ello, por primera vez, la UE ha suministrado armas a un país atacado y es el principal proveedor de formación militar del ejército ucraniano. También estamos ofreciendo una importante ayuda macrofinanciera y humanitaria y hemos decidido responder positivamente a la petición de Ucrania de ingresar en la UE. Y al mismo tiempo, estamos trabajando para garantizar que Rusia rinda cuentas por sus crímenes de guerra. Rusia ha quedado más aislada gracias a las sanciones mundiales y a la condena de la abrumadora mayoría de los Estados en la Asamblea General de la ONU.
Ucrania ha demostrado su notable capacidad de resistencia y nuestro objetivo colectivo es y sigue siendo una Ucrania democrática que expulse al invasor y restaure su plena soberanía. Por encima de todo, queremos la paz en Ucrania, una paz global y duradera que se ajuste a la Carta de las Naciones Unidas y al derecho internacional. Apoyar a Ucrania y trabajar por la paz van de la mano. La historia y la justicia están del lado de Ucrania. Pero para acelerar la historia y lograr la justicia necesitamos potenciar nuestra «triple estrategia». Sabemos que es una tarea colectiva y por ello la UE hace un llamamiento a todos sus socios para que actúen con un espíritu de responsabilidad conjunta a fin de garantizar que fracase la agresión, prevalezca el Derecho Internacional y consigamos la paz.