Editorial-El Correo

  • El plantón de la baronesa a Sánchez cuestiona la autoridad de Núñez Feijóo y alienta el perfil más radical del PP

Incluso en un ambiente de aguda polarización como el que desde hace años degrada la política española es exigible a los responsables públicos un comportamiento respetuoso con la institucionalidad. Por muy distantes que sean sus posiciones y muy deteriorada que esté su relación personal, nada justifica que una presidenta autonómica se niegue a acudir a una reunión a la que ha sido citada por el jefe del Gobierno para debatir cuestiones de interés común. Con su plantón, de inequívoco tufo populista, Isabel Díaz Ayuso vuelve a ejercer de verso suelto del PP al desmarcarse ruidosamente de la línea establecida por la dirección nacional, lo que flaco favor hace a la autoridad de Alberto Núñez Feijóo y choca con la postura de los demás barones de su partido. Todos ellos han accedido a entrevistarse con Pedro Sánchez para exponerle a la cara su frontal disconformidad con la financiación «singular» que proyecta para Cataluña sin que eso suponga ni una muestra de debilidad ni una dejación de sus principios, sino el cumplimiento de una obligación inherente el cargo.

Díaz Ayuso ya quiso torpedear la ronda de contactos antes de que se iniciara. Fracasó en el intento. Ahora pretende explicar su actitud, que subraya el perfil más radical de un PP que aspira a crecer por el centro, en la escalada verbal en la que el mandatario socialista la calificó de corrupta y de «delincuente confeso» a su compañero sentimental. A cambio, ella habló de un Ejecutivo de «tiranos» y con «prácticas mafiosas». Alberto González Amador anunció ayer una querella por injurias y calumnias contra Sánchez y el ministro de Justicia, Félix Bolaños.

La líder madrileña escenifica así una ruptura total con La Moncloa quizás envalentonada por la imputación del fiscal general del Estado por la filtración de documentos confidenciales de su novio, investigado por fraude tributario en lo que presentó manipuladoramente en su día como una conspiración política para dañarla sin base alguna. El sonoro portazo deja al PP en una incómoda situación que obligó ayer a Génova a hacer equilibrios para no desautorizarla -comprende sus «motivaciones»-, pero mantener, como proclamó en su momento Núñez Feijóo, que es un error no acudir a la cita. «Yo habría ido», admitió el portavoz, Borja Sémper. Un enredo que confirma el poder interno de Díaz Ayuso y clamorosas carencias en la dirección de un partido cuya estrategia de oposición suma ruido e improvisaciones.