Isabel San Sebastián-ABC

  • Para derrotar a Frankenstein es perentorio que Vox entrase en la Asamblea y que compartiera la responsabilidad de gobernar

Las encuestas son unánimes: el próximo 4 de mayo Isabel Díaz Ayuso arrollará a sus adversarios en las urnas madrileñas. Cuanto más arrecia la ofensiva de Moncloa contra la Comunidad de Madrid, manipulando datos referidos a la pandemia o discriminando a la región en el reparto de fondos y de vacunas; cuanta más propaganda falsaria difunden las televisiones, encabezadas por la presuntamente ‘pública’, cuya campaña anti-Ayuso resulta grotesca a fuer de burda; cuanta más carne ponen en el asador Sánchez e Iglesias, unidos en el empeño de conquistar la joya de la corona territorial, más se distancia el PP de sus rivales. La progresión ascendente es imparable. A día de hoy, Ayuso dobla en intención de voto a Gabilondo, mientras

el bloque de centro-derecha tiende a subir y supera en todos los sondeos, salvo el realizado por el socialista Tezanos, a unas izquierdas aparentemente divididas que tardarían segundos en entenderse si la distribución de escaños les diera opción a gobernar. Lo cual podría ocurrir, a pesar de estos pronósticos, si se diera una carambola improbable, aunque no imposible. Que Ciudadanos desapareciera de la Asamblea, cosa prácticamente segura, y también quedara por debajo de la barrera del 5 por ciento de sufragios Vox, sin que dicha pérdida proporcionara al PP los 69 asientos necesarios para alcanzar la mayoría absoluta. Ese escenario, al que apunta con fruición el CIS valorando claramente a la baja a esa formación, dejaría a la ganadora huérfana de aliados y significaría el desembarco inmediato en Sol de un ejecutivo social-comunista que aceleraría seguramente la convocatoria de unas elecciones generales y garantizaría a Frankenstein una cómoda victoria. Para impedir esa ‘parajoda’, como diría el gran Cela, es perentorio que los de Abascal logren representación parlamentaria y convendría que compartieran la responsabilidad de gobernar, porque se demostraría que tal combinación encaja a la perfección en nuestro marco constitucional y quedaría invalidado de una vez por todas el fantasma de la ‘foto de Colón’ que agitan con desvergüenza los socios de Bildu y los golpistas.

Ayuso arrasa. Los arúspices de la demoscopia atribuyen esa subida a la concentración del ‘voto útil’ en las siglas que representa, sin desdeñar su tirón personal. Mi particular sondeo, carente de más base que lo escuchado a mi alrededor, invierte los términos de esa ecuación. La candidata popular madrileña no va a ganar gracias al PP, sino que ha logrado frenar el declive de dicho partido y concentrar en torno a ella gran parte del voto que había huido. Ayuso resulta atractiva porque posee dos cualidades extraordinariamente raras en nuestra clase política: es valiente, se enfrenta sin miedo a sus oponentes, armada de sus convicciones, y tiene la humildad y la inteligencia de rodearse de personas más preparadas que ella; los mejores en cada área, en aras de una administración eficaz. Si no muere de éxito o la matan las envidias, Madrid seguirá en buenas manos.