Miquel Giménez-Vozpópuli
- Lo ha dicho el TSJM: el 4 de mayo, elecciones en Madrid. Lo que más temían Sánchez y sus comparsas
Aunque referirse a las piernas de una mujer sea considerado en la actualidad como delito de leso machismo por la inquisición mojigata pijo progre, he de decirlo: las de la presidenta Ayuso no tiemblan ni en medio de un terremoto. Supo de la traición que fraguaban Arrimadas y sus cítricos amargos y cortó por lo sano. Elecciones, y que los madrileños decidan. Puso su cargo a disposición de estos en memorable frase que refleja cómo entiende la política esta mujer a la que la retro izquierda teme más que a un nublao. Y también no pocos de los suyos, si hemos de ser sinceros. Ayuso representa la audacia de ejercer cargo y responsabilidad, huyendo de esconderse en los burladeros comodones que ofrecen los despachos oficiales.
Bien se vio el miedo que le tienen con todo el torpe y bastardo asunto de presentar mociones de censura en contra de ella. Viendo que el complot no surtía efecto, se pusieron a marear la perdiz con un cronómetro en la mano a ver que había sido antes, si el huevo –en plural– de la presidenta o la gallina cobardona de sus ex socios y opositores. Por lo pronto, la mesa del parlamento madrileño tuvo que aceptar la disolución de la cámara mientras, para variar, se le pasaba la patata caliente a la Justicia a ver si sonaba la flauta. En ese interregno, Ayuso se mantuvo firme en que habría elecciones el 4 de mayo y el resto de partidos –poco convencidos debían estar de que sus maniobras dilatorias tenían un mínimo de recorrido– proclamaban candidatos aburridos y repeticiones más vistas que el TBO.
Son estos politicastros muy partidarios de hablar de pueblo, ciudadanía y voluntad popular pero, igual que a los separatas, solo les gustan sus urnas y sus elecciones
Así las cosas, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid avalaba este domingo por la tarde a la presidenta, rechazando suspender el decreto de convocatoria de elecciones. Que se tenga que ir a parar a instancias judiciales para algo que es de tanto sentido común como la capacidad que tiene un presidente de convocar elecciones es de parvulitos. Si fuera tan fácil, señores socialistas, comunistas y cítricos, jamás se celebrarían comicios. Yo voy, presento una moción de censura, nos peleamos acerca de quién llegó primero a la ventanilla y ahí tenemos a regiones, municipios o estados empantanados por la torpe voluntad política de los cuatro de siempre y su miedo a las urnas. Son estos politicastros muy partidarios de hablar de pueblo, ciudadanía y voluntad popular pero, igual que a los separatas, solo les gustan sus urnas y sus elecciones. No progresan adecuadamente, que digamos, en la asignatura de democracia. Qué se le va a hacer.
Ahora, Ayuso ha lanzado un órdago que puede marcar un antes y un después en la política española. Que tiene todos los números para volver a ganar es más que evidente. Que lo haga por mayoría absoluta como dicen desde Génova es más que discutible. La atomización en el centro derecha impide que la candidata del PP –es un decir, porque la vota gente que no ha sido jamás de ese partido– pueda llegar a la cifra necesaria para gobernar a su aire. Tendrá que buscar aliados y, o mucho nos fallan las cuentas, o ese tiene que ser el partido de Abascal. Por algunas encuestas que corren por ahí se intuye que una mayoría entre Ayuso y Vox daría mayoría holgada, cortándoles el paso a los que gobiernan desde la ruina y el caos. El dilema será si Ayuso, presidenta de una autonomía, tendrá la ídem para pactar con Abascal un acuerdo de gobierno para toda la legislatura en Madrid.
A Casado solo le queda Vox, lo que significa que más pronto que tarde y mejor hoy que mañana debe sentarse con Santiago y hablar en serio de aquello que les une, dejando de lado lo que les separa
Casado debe meditar muy en serio acerca de esto. Si quiere ser presidente del Gobierno, ha de ir más allá de fichar a ex altos cargos del partido naranja, que está muy bien para no perder activos políticos de indudable valía como Fran Hervías, pero no sirve de mucho de cara al desalojo de Sánchez de la Moncloa. El máximo dirigente popular habrá de entender que si gobierna en muchos sitios gracias a Vox no puede pasarse la vida dándole de patadas en el trasero. Y ya ve cómo le han salido sus aliados ciudadanitos. A Casado solo le queda Vox, lo que significa que más pronto que tarde y mejor hoy que mañana debe sentarse con Santiago y hablar en serio de aquello que les une, dejando de lado lo que les separa. Eso no significa renuncia ni abandono por parte de ninguno de los dos. Pero daría una esperanza al conjunto de la población, desmoralizada, arruinada, sin ánimo y harta de tanta golfería. Don Pablo, que estamos hablando de Abascal, persona constitucional, seria en sus acuerdos, y con una intención de voto que va como los cohetes en las fallas, directa hacia arriba.
Ahí tiene a Ayuso como ejemplo. Ayúdela, ayúdese, ayúdenos. No hay otra.