- Sánchez va a sufrir otra derrota electoral. En Castilla y León un nuevo estacazo. Mañueco hace de Ayuso y Tudanca no existe. Duelo decisivo en la cumbre
Apenas terminó de engullir el roscón de Reyez, Pedro Sánchez se lanzó, con furioso ímpetu, a la precampaña de Castilla y León, aún en sus albores. Tocaba actuar en el Frontón de Santa Marina, provincia de Palencia, en apoyo de su candidato, el ignoto y casi translúcido Luis Tudanca, a quien se le puso cara de perdedor hace como doscientos años. Por Burgos, su zona administrativa y natural, lo llaman Tudancamón dado su aspecto antiguote, como de secundario de película española de los cincuenta, entre Escuer y Caffarel, amén de por sus ideas mustias y su verbo de caverna. Nada tiene que hacer el 13-F salvo encajar el destrozo con estoicismo. Él lo sabe, lo sabe Sánchez, que no tuvo tiempo para buscarle un repuesto como cabeza de cartel, y lo saben los votantes de la región, que le conceden menos respaldo en las urnas de los que recibiría Xavi si optara a la presidencia del Madrid.
A Sánchez, tanta soberbia acumulada que a punto está de quebrársele la quijada, le enrabieta perder. Y no será precisamente porque exhiba un perfil de invictus. Ha mordido el polvo en todas las elecciones celebradas en nuestro país desde las generales del 20-N. Gallegas, vascas, catalanas (victoria pírrica sin derecho a gobierno) y la tremebunda de Madrid, donde, amén de vencido, resultó humillado. Una bofetada tan desagradable como la que le dedicó Joe Biden cuando el primer ministro español se empeñó en acompañarle hasta el cuarto de baño en aquella cumbre de la OTAN, convertida ya en sketch de los Morancos.
El hombre del socialismo para esta zona habría sido Óscar Puente, más agresivo, de moral laxa, bronquista, provocador, despreciativo y capaz de comportarse con la perfidia de un villano de serie Z
Aterrizó Sánchez en Palencia con la resuelta decisión de quien puede darle un vuelco al desastre venidero. Los palentinos, dicho sea, votan siempre al PP en generales y municipales (hay ahora un alcalde de Cs, con respaldo de populares y Vox). Tan sólo en las autonómicas empatan con el PSOE, de ahí la presencia de Sánchez en la zona. Empeño baldío, un esfuerzo inútil. Tudanca no es hombre nacido para el combate. Ni siquiera parece del PSOE porque en ocasiones no logra disimular algún detalle ético y hasta incurre en gestos de civismo democrático. El hombre del socialismo para esta zona habría sido Óscar Puente, más agresivo, de moral laxa, bronquista, provocador, despreciativo y capaz de comportarse con la perfidia de un villano de serie Z. Tiene la lengua demasiado larga, las ideas muy cortas y el techo de cristal. Se le transparenta todo. Las ideas, poco edificantes, el pasado, las trampas y ciertos episodios turbios. Sánchez, qué narices, lo desprecia. Mal asunto. Sólo en Valladolid, que pasa por ser ciudad de gente recta y cortés, con principios y hasta con capitalidad, son capaces de votar a tal personaje para encabezar el Consistorio. Es, sin duda, una muestra de su decadencia, como la de aplaudir a Juan Diego Botto cuando aparece por sus escenarios.
El vencedor ya casi consagrado es Alfonso F. Mañueco, que tampoco es un ídolo de multitudes, un líder del carisma de Patton o un consumado conductor de masas. Es hombre prudente, recatado, más bien tímido, fue sorayista, ahora es genovista porque toca y, desde hace unas semanas, es fiel cofrade de Isabel Díaz Ayuso, a la que imita en todo salvo en el peinado. Disolvió las Cortes como ella, ante la traición previsible de Cs, adelantó las elecciones, explicó los motivos de tal decisión con ideas muy claras y pertinentes y se ha lanzado a una campaña tras el surco de la presidenta de Madrid. Incluso acaba de ejercer de presentador de la lideresa en el atiborrado desayuno informativo de este lunes en el que se produjo el reencuentro planetario con Teodoro García Egea, su enemigo (el de ella) fácilmente reconocible.
Con las cosas de comer no se juega, salvo esta izquierda pijoprogre que ignora el valor de la carne, del esfuerzo, de la industria y, por supuesto, de las colas del hambre. Media campaña ya está hecha y derecha
Avanza Mañueco por el sendero de Ayuso. Ignora a su directo rival, el pobre Tudankamón, apenas habla de Casado, como si fuera un holograma totémico, y se ha lanzado, desde el minuto uno, a la yugular del presidente del Gobierno. El ministro de Consumo, el petit Garzón lo ha puesto fácil porque, con sus torpes declaraciones vacunas (o quizás porcinas), ha convertido unos comicios regionales en una disputa de dimensión nacional. Con las cosas de comer no se juega, salvo esta izquierda pijoprogre que ignora el valor de la carne, del esfuerzo, de la industria y, por supuesto, de las colas del hambre. Media campaña ya está hecha. Y derecha.
En la otra media, el actual presidente de la histórica tierra castellana, se prodiga en mensajes potentes y claros, con la mirada obsesivamente puesta en La Moncloa, al estilo de Ayuso: «Sanchismo o libertad«, «Sectarismo socialista o democracia«, y así sucesivamente. «Vamos a pararle los pies a Sánchez». «El voto al PP en CyL será la derrota del socialismo». Tudanca apenas existe. Lo ha convertido en tipo insignificante y menor, como Peter Sellers en El guateque. Para redondear la apuesta, Mañueco ha imitado incluso la gestión de la pandemia llevada a cabo por el Gobierno de Madrid, que tanto criticó, censuró y hasta despreció en su día. Ahora, un vuelco. Menos restricciones y más vacunas. La economía debe vivir.
Una falsedad unida a una infamia porque se le olvida que en la pobreza de España que tan alegremente menciona, algo tendrá que ver la gestión de su Ejecutivo, el más inepto de nuestra reciente historia
Contemplada desde lejos, la pugna electoral de CyL, cuna del aznarismo, donde gobierna la derecha desde hace 35 años, se antoja un nuevo pulso entre Ayuso y Sánchez, un remake del 4-M, o una segunda vuelta, según se mire, con algunas variantes. Los finos analistas subrayan algunas diferencias. El electorado castellano leonés no es como el Madrid, tan ultraliberal, abierto, moderno y tan agrio en su odio unánime contra Sánchez y cuanto representa. No se ha padecido en CyL la persecución y el hostigamiento que el presidente del Gobierno dedica con insistencia enfermiza a la Comunidad madrileña. Este lunes osó decir que ‘en Madrid está lleno de pobres por las calles’. Una falsedad unida a una infamia porque se le olvida que la pobreza de España, número uno desde hace siete meses en las cifras de desempleo en Europa, algo tienen que ver con su gestión. El viejo truco de Sánchez Pilatos de quitarse de en medio, de mirar hacia otro lado, de pasearse con sus cadeiras bambolianchi mientras traslada toda responsabilidad política a ese invento inútil de la cogobernanza ya no cuela. Es posible que ni siquiera se las traguen los crédulos oyentes de la Ser.
Nadie traga ya a este Gobierno. Cada vez menos (salvo los que maman del presupuesto) soportan a Sánchez. Es un petulante despreciable con una sola idea en la cabeza: eternizarse. De ahí que ‘la legislatura no acaba hasta el 23’ sea su salmodia favorita
Sánchez tiene un calendario muy áspero. Perderá en Castilla y León, luego ocurrirá lo propio en Andalucía. Quizás, también en Valencia, si le da a Ximo Puig por adelantar, aunque los escabrosos líos de Mónica Oltra y esos problemas con las menores tuteladas quizás le disuadan del intento. Por eso el presidente del Gobierno repite tanto lo de que «la legislatura termina en 2023, a ver si se enteran», como proclamó en Palencia, donde los ganaderos mugían, embestían y reclamaban ceses.
Én opctubre dijo lo mismo, y antes del verano. Lo repite con la insistencia de quien necesita escucharlo muchas veces para convencerse de ello. Lo único que parece claro, cada día más, es que ni las encuestas de El País sirven ya de consolador. «Incompetente, inestable, dividido, incumplidor y no receptivo» son algunos de os calificativos de la mayoría de los interrogados en el estudio publicado el domingo. Nadie traga a este Gobierno, salvo quienes maman del presupuesto, un ejército de zánganos en cifra creciente. Cada vez menos soportan a Sánchez. Es un petulante despreciable con una sola idea en la cabeza: eternizarse. De ahí que ‘la legislatura no acaba hasta el 23’ sea su salmodia favorita, su estribillo monocorde, su perenne letanía. Tiene dudas de si podrá cumplirlo y, sobre todo, de que, cruzada esa fecha y en contra de sus propósitos (ojo, habló hace poco de ‘legislaturas’), su adiós resultará inevitable y estridente, como el hundimiento de una criatura monstruosa y abisal.