- El PP no puede repetir en 2025 el error de Rajoy en 2008, cuando mandó «al partido liberal o al conservador» a los liberales y los conservadores del partido.
Pocos partidos pueden determinar de forma tan nítida como el PP el origen en el espacio y en el tiempo de sus problemas actuales.
En el caso de los populares, el lugar fue Elche. El momento, el 19 de abril de 2008.
Aquel día, Mariano Rajoy, a dos meses del XVI Congreso Nacional del partido, mandó a paseo a los críticos, encabezados en aquel momento por Esperanza Aguirre, con la frase «quien quiera irse al partido conservador o al liberal, que se vaya».
El PP sufrió entonces dos desgracias.
La primera fue que Mariano Rajoy consiguió la mayoría absoluta en 2011, lo que permitió al sector centrista del partido autoconvencerse de que los conservadores y los liberales podían ser arrinconados en el PP sin problemas porque, a fin de cuentas, no tenían adónde ir.
Y eso era cierto en aquel momento.
Pero lo fue por última vez.
La segunda fue que los liberales y los conservadores acabaron haciéndole caso a Rajoy. No de inmediato, pero sí con el tiempo, cuando por fin tuvieron adónde ir. Los primeros acabaron recalando en Ciudadanos en 2015 y los segundos, en Vox en 2019.
Lo que José María Aznar había unido en 1989 (el rebaño de gatos de las derechas españolas, ingobernables hasta su llegada ese año al liderazgo del PP) lo desunió Rajoy en 2008.
Y ha quedado desunido hasta hoy, cuando el sector liberal de los votantes del PP sigue unido al partido por el fino hilo de Isabel Díaz Ayuso, y el sector conservador permanece en 2025 en Vox con una tozudez bastante más rocosa de lo que desearía Alberto Núñez Feijóo.
«En Madrid pones un cono y te gana las elecciones autonómicas» se solía oír en la sede de Génova en tiempos de Pablo Casado. Yo dudo mucho que eso sea cierto y a la vista están las pruebas: un cono no te convierte la Comunidad de Madrid en el motor económico de España.
Pero de lo que sí estoy seguro es de que un cono socialdemócrata no ganaría para el PP las elecciones en Madrid ni por asomo.
¿Un PP socialista?
Yo he sido, además, el primero en ironizar con aquello de que «el PSOE verdadero es el PP».
Pero no deja de ser una broma.
De lo que sí estoy convencido es de que un PP sin Ayuso sería hoy otro partido. Un partido más cercano al PSOE de Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba que al PP de José María Aznar.
La pregunta es si los españoles votarían hoy al PSOE de Felipe González. Porque han pasado 43 años desde la mayoría absoluta de 202 escaños del PSOE de las chaquetas de pana.
Viene esto a cuento de la decisión de Feijóo de que sean Juan Manuel Moreno (presidente de Andalucía), Alfonso Fernández Mañueco (presidente de Castilla y León), Natalia Chueca (alcaldesa de Zaragoza) y Alma Ezcurra (eurodiputada) los que dirijan la ponencia política del Congreso del PP.
Es decir, la ponencia de la que saldrá el programa ideológico y político con el que el PP afrontará las próximas elecciones generales y con el que gobernará España hasta como mínimo 2031, si Feijóo logra la mayoría necesaria para ser investido presidente.
No compensa el arrinconamiento del ayusismo el nombramiento de Alfonso Serrano, secretario general del PP de Madrid y número dos de Ayuso, como director de la Comisión Organizadora del Congreso.
Porque organizar el Congreso es importante y el PP tendrá mucho terreno recorrido entre los españoles si consigue transmitir una imagen de profesionalidad, disciplina y capacidad organizativa los días 4, 5 y 6 de julio.
Pero lo importante, lo realmente importante, se decidirá en la ponencia política.
Argumentos a favor
El PP no carece de argumentos para el nombramiento de Moreno y de Mañueco. Ellos son los dos primeros barones que se enfrentarán a las urnas tras el Congreso del PP en lo que toda España interpretará como la primera vuelta de las futuras elecciones generales.
Será en esas elecciones (marzo de 2026 para Mañueco, julio de ese mismo año para Moreno, si no hay adelanto) cuando el programa del «nuevo PP» de Feijóo sea testado con fuego real. Un fracaso en Andalucía o Castilla y León lo dañaría gravemente. Un éxito lo reafirmaría.
Y por eso es necesario que el ayusismo esté representado en la ponencia política del PP. No sólo por Ayuso, como la baronesa del partido con mayor tirón popular y capacidad de arrastre de masas.
Sino porque el partido no tiene ningún otro referente, o como mínimo ninguno tan evidente, para el sector liberal y conservador de su electorado.
Sí los tiene, y de sobras, para el sector más cercano a la socialdemocracia.
La pregunta es si los votos que el PP aspira a ganar por el centro compensan los que perdería entre liberales y conservadores si de la ponencia política sale un programa con el que sólo se siente identificada una de las dos almas del partido.
Juega a favor del PP la demostrada incapacidad de los actuales líderes de Vox para elaborar una estrategia ganadora. Algo que ha convertido a Vox en el único partido de derecha alternativa de las grandes naciones europeas que todavía no amenaza con ganar las elecciones en su país.
Pero la solidez de su suelo demuestra que es superior entre el votante conservador el hartazgo con la presunta tibieza del PP que la falta de atractivo de los líderes de Vox.
La extraordinaria resiliencia del PSOE en los sondeos parece demostrar, además, que no se está produciendo, o desde luego no en números decisivos, ese deseable trasvase de «votantes socialdemócratas moderados» al PP con el que Génova especula.
El mito del centro
Frente a este hecho hay dos explicaciones posibles.
La primera es la de que el PP no ha virado todavía lo suficiente hacia el centro.
La segunda es que ese votante mítico y mitificado, el del socialdemócrata dúctil y capaz de votar tanto al PSOE como al PP, no existe ya, en buena parte gracias a la política polarizadora de tierra quemada llevada a cabo por Pedro Sánchez. ¿Existe ese votante unicornio?
La pregunta, en cualquier caso, es si el PP tiene el tiempo y la capacidad para revertir esa polarización, y para resucitar la presunta ductilidad del votante socialdemócrata, antes de las próximas elecciones generales.
El PP cometió un error estratégico de enorme potencial destructivo en 2008. Pero convendría que no insistiera en el error en 2025. Si Ayuso, que es tanto como decir una de las dos almas del partido, no tiene voz y voto en la ponencia política del Congreso del PP, las consecuencias serán imprevisibles. Feijóo debería tomar buena nota del principal error cometido por Rajoy.
Porque ahora no existe Ciudadanos. Pero sí siguen existiendo sus viejos votantes. 4.155.000 en 2019, en concreto. No deben de haberse ido muy lejos.