Miquel Giménez-Vozpópuli

Ayer y hoy se llevan a término en el Congreso de los Diputados dos cosas tan importantes como dramáticas. La primera es el derribo del sistema constitucional, de la Transición y de todo lo que eso conlleva; la segunda es el advenimiento de un nuevo ciclo constituyente que ha de llevarnos, si Dios no lo remedia, a una España confederal, federal, asimétrica o poligonera en la cual delincuentes, vagos y maleantes serán quienes dicten las leyes mientras que los ciudadanos honrados y trabajadores seremos carne de cañón. Bastaba ver como Sánchez contraía la mandíbula al escuchar el magnífico discurso de Feijoó o el irreprochable de Abascal. Qué poco le gusta escuchar la verdad a este hombre. Cuando fue su turno, esa encarnación moderna de Dionisio el Tirano se pasó el rato metiéndose con el PP, con VOX, con la ultraderecha y sus tentaciones totalitarias mientras callaba como un muerto sobre sus pactos miserables con golpistas lazis y proetarras, su alianza con el comunismo más soez y barato, sus coqueteos con lo peor de cada casa. No iba a dar explicaciones, iba solo a decir que tenía más apoyos que nadie y el resto lo que tenía que hacer era ver, oír y callar. De hecho, Armengol, en su calidad de presidenta del Congreso, que debe entender más como politburó que como sede de la soberanía nacional, no tuvo reparos en recortar con muy mala bajandí a Feijoó. Les molesta escuchar a alguien que no diga elles a cada paso o que no se extasíe con los países catalanes, ella más, obviamente.

Llegó a tanto la bajeza del sujeto a investir que en un momento dado sacó a colación que a Casado se lo sacaron de encima por haber denunciado un caso de corrupción de Ayuso.

Sánchez no es demasiado ortodoxo, para ser piadosos, en lo que respecta a la verdad y soltó esa canallada de Ayuso igual que soltaron muchas otras Mari Yoli o Patxi López

Ustedes recordarán perfectamente que aquello ni fue corrupción ni hubo delito y lo que subyacía era un miedo tremendo a la dirigente popular madrileña. Pero Sánchez no es demasiado ortodoxo, para ser piadosos, en lo que respecta a la verdad y soltó esa canallada de Ayuso igual que soltaron muchas otras Mari Yoli o Patxi López. Las cosas llegaron a tal punto que el grupo de VOX con Abascal a la cabeza abandonaron el hemiciclo. Aplaudo tal medida porque para las neuronas estar escuchando mucho rato tamañas máquinas de producir embustes debe ser malísimo.

Ayuso dijo lo que piensa la gente que se manifiesta a diario ante las sedes socialistas, lo que opinan quienes ven como cada vez les cuesta más llenar el carrito de la compra

Pero a lo que íbamos. Cuando Sánchez esputó lo de Ayuso, las cámaras la enfocaron murmurando algo que podríamos intuir como una variación de “Hijo de Fruta”. En esa frase puede resumirse el sentimiento de la gente de la calle que está harta de ese César de hojalata, de ese Napoleón de pacotilla, de ese aprendiz de Stalin. Ayuso dijo lo que piensa la gente que se manifiesta a diario ante las sedes socialistas, lo que opinan quienes ven como cada vez les cuesta más llenar el carrito de la compra, los que ven como sus ahorros se desvalorizan, su casa es pasto de ocupas, sus hijos tienen menos futuro, su patria está en almoneda y existen dos justicias, la de los políticos del nuevo Frente Popular y la que se aplica al resto de los españoles.

Yo estoy con la presidenta madrileña. Recurrir a ese embuste del hermano para no hablar de que has estado dándote el filete con Puigdemont o Bildu es miserable. Es normal, pues, que Ayuso se acuerde de los hijos de fruta y lo diga con la normalidad que caracteriza a su persona. No estaba en la tribuna de oradores, no lo dijo en unas declaraciones o en un artículo. Era una mujer a la que duele la España que está dejando ese gañán fullero con ínfulas de estadista y de ahí la expresión que, a fin de cuentas, debería ser del agrado de los sanchistas, tan ecosostenibles, tan ecológicos, tan veganos y frugívoros ellos. Di que sí, Isabel. Hijo de fruta. Y añado más, en el caso de algunos, algunas o algunes de la zurdería podríamos añadir que el único fruto del amor es la banana.

Los tienes más bien puestos que el caballo de Espartero, presidenta. Sea dicho con perdón, consentimiento, sororidad, unas cervecitas y una de calamares, que invito yo.