Rubén Amón-El Confidencial
  • Las elecciones adelantadas de Madrid, convertidas en plebiscito personal, pueden malograr la carrera de la presidenta o convertirla en el antídoto absoluto contra Sánchez

Sostenía Isabel Díaz Ayuso hace apenas unas semanas que la iniciativa de adelantar las elecciones era una temeridad. Y que bien podría tachársela de “tipa peligrosa” e “insensata” si imitaba la decisión que adoptaron de las autoridades catalanas. Su argumento consistía no solo en el riesgo de la inestabilidad política, sino en el peligro que revestiría convocar las urnas mientras progresa la emergencia económica, social y sanitaria del coronavirus.

 Ha cambiado de perspectiva la presidenta. Y ha aprovechado el motín/gatillazo de Murcia para organizar en Madrid el espectáculo de un plebiscito personal. Aspira a la mayoría absoluta. Y a convertir los comicios en una moción de censura… a Pedro Sánchez. Es ella el ariete nacional del antisanchismo, la némesis de la Moncloa —y la rival taimada de Casado—, aunque también pretende ratificar en las urnas la gestión particular y maverick de la crisis sanitaria. “Coronavirus o libertad”. “Socialismo o libertad”, proclamó en la entrevista “chez” Alsina.

Parece Ayuso ensimismada en su mesianismo. La crisis de amnesia la convierte en una “tipa peligrosa” e “insensata”. Y subestima los peligros que conlleva el referéndum particular del 4 de mayo. La presidenta gobierna Madrid sin haber ganado las elecciones. Y puede suceder perfectamente que ganándolas ahora no consiga gobernar. Porque no parece verosímil una mayoría absoluta. Porque su estrategia consiste en devorar a Vox. Y porque la eventual debilitación de la ultraderecha relativiza sus opciones de pactos. Todos contra Ayuso, Ayuso contra todos. He aquí el escenario donde la presidenta se relame de la megalomanía.
 Y donde puede precipitarse una paradoja: de ganarlo todo a perderlo todo.

 Se expone Ayuso a una suerte de escarmiento narcisista. Las elecciones del 4 de mayo ponen en riesgo los dos años de poder ejecutivo que tenía garantizados. Y ocurre que la eventual victoria no le permite gobernar más allá de ese periodo. Es la peculiaridad del sistema autonómico madrileño. Unas elecciones anticipadas no implican el inicio de una nueva legislatura. Representan una interrupción después de la cual prosigue y expira el periodo anterior.
 Unas elecciones anticipadas no implican el inicio de una nueva legislatura, sino una interrupción tras la cual prosigue y expira el periodo anterior

 Es importante el matiz porque la victoria de Ayuso va a premiarla con el tiempo de gobierno que ya tiene asegurado —dos años—, mientras que la derrota arriesga a descarrilarla traumática y prematuramente. Por eso las elecciones son una temeridad. Y por la misma razón demuestran que Ayuso antepone su carrera personal a los intereses y necesidades de los madrileños. No viene a cuento predisponer un periodo de inestabilidad ni provocar un plebiscito caprichoso en las urnas. La venganza de Murcia y la ambición particular subrayan un ejercicio de irresponsabilidad tanto como pueden amenazar la eficacia de los cálculos políticos.
 La mayoría absoluta se antoja una ambición hiperbólica, de tal manera que el principal problema de Ayuso consistiría en los pactos. No son verosímiles con Cs, menos aún si el partido naranja no sobrepasa el 5%. Y son verosímiles con Vox, pero se supone que el crecimiento de la líder madrileña se produce a expensas del partido ultra. Ya se ha ocupado ella misma de ejercer el populismo, de pisarle a Abascal la narrativa de la batalla cultural y de disputarle el papel de antagonista a Sánchez con un discurso victimista, lenguaraz y providencialista.
 

Juega fuerte Díaz Ayuso. Resignarse al liderazgo de la oposición malogra su buena estrella y escarmienta su egocentrismo

 Quiere decirse que la suma de PP y Vox puede resultar insuficiente para gobernar. Y que la coyuntura de un acuerdo entre ambos partidos rectificaría de manera embarazosa el cisma entre Casado y Abascal. El patrón del PP rompió la foto de Colón en la moción de censura a Sánchez. Y predispuso un viraje hacia el centro que puede resentirse de la sorpresa de un caladero vacío. Los votantes de Ciudadanos son volátiles, escapistas. Y el centro es una abstracción.
 Todo o nada. Juega fuerte Díaz Ayuso. Resignarse al liderazgo de la oposición malogra su buena estrella y escarmienta su egocentrismo. Podría decirse entonces que ella misma ha urdido una operación autodestructiva. ¿Y si gana y gobierna? En ese caso, la victoria de Madrid le plantearía muchos problemas al liderazgo del Casado. No solo porque tendría que aceptarse un adulterio con Vox, sino porque el timonel de Génova habría de admitir tarde o temprano que la alternativa más eficaz contra Pedro Sánchez es la propia Isabel Díaz Ayuso.