Luis Ventoso-El Debate
  • Con su gesto en la Conferencia de Presidentes, Ayuso muestra que es posible un discurso alternativo al de tragar con el rodillo del separatismo antiespañol

Santurce es una pequeña ciudad vasca del Gran Bilbao, sita en la margen izquierda, antaño manufacturera y obrera. En los años ochenta perdió su nombre de siempre para pasar a llamarse Santurtzi, que suena más vasco y hoy es su único nombre oficial.

En 1950 había allí solo diez mil vecinos. Pero en 1981 se habían elevado a 54.000. ¿Qué pasó? ¿Les entró a los santurzanos un súbito entusiasmo procreativo? Para nada. Lo que ocurrió es que miles de españoles de otras regiones emigraron allí atraídos por sus empleos industriales. Tal vez por eso a día de hoy el 89 % de su población habla a diario solo en español, a pesar de los ingentes dispendios en el rodillo «normalizador». Los que tienen como primera lengua el vasco son solo el 3 %. En Santurce se hablan casi tanto en idiomas extranjeros como en lengua vasca, al igual que suceden en el propio Bilbao, donde el euskera es residual en la vida cotidiana.

Entre las familias que emigraron a Santurce en el siglo XX figura la del hoy presidente de la región, Imanol Pradales, que se declara «solo vasco» e independentista. La comedia Ocho apellidos vascos arrasó en taquilla en su día. En el caso del peneuvista Pradales vamos a recoger sus primeros 16. Son los siguientes: Pradales, Gil, Bascones, Gutiérrez, Sebastián, Calvo, Pérez, Díaz, Moreno, Ortega, Aguilar, Arias, Álvarez, Ontoria, Martínez, Aguazo. ¡Horror! Resulta que el leal independentista colecciona apellidos castellanos, pues sus antepasados vienen casi todos de diversos pueblos burgaleses.

En resumen, Pradales procede de familia castellana, preside una región que jamás fue independiente, que vive por encima de sus posibilidades gracias al chollo del cupo que le apoquinamos el resto de los españoles, y gobierna una tierra donde el 84 % de la población tiene el español como primera lengua. La gran broma es que con todo eso encima de la mesa sea independentista y que forme parte de un partido, el PNV, que dilapida desde hace décadas el dinero de los vascos en acorralar al castellano y en predicar el extrañamiento hacia España.

Esta anómala situación, que se repite en Cataluña, es el gran elefante en la habitación de la política española, en el que se prefiere no reparar. Los padres constituyentes del 78 creyeron que con algunos gestos hacia los nacionalistas se lograría apaciguar sus reivindicaciones. Pero ha ocurrido todo lo contrario. Se les dio alas… y se hicieron abiertamente independentistas.

Los laboristas eran la fuerza hegemónica en Escocia históricamente, pero hubo un momento en que el estirón del SNP separatista los arrasó. ¿Qué había ocurrido? El sagaz de Tony Blair les dio la respuesta a sus correligionarios: «No se puede competir con el nacionalismo jugando a ser un poco nacionalista. Al revés, hay que confrontarlos». Y ese es el error en el que ha caído el PSOE (y a veces también el PP).

Isabel Ayuso se ha atrevido a encararse con el gran elefante en la habitación, que es la tolerancia suicida ante unos nacionalismos contrarios a España. Con su plante en la Conferencia de Presidentes hizo ver que lo que damos por normal es profunda y lesivamente anómalo. Es absurdo de todo punto que en una reunión que preside el Rey y a la que asisten el presidente del Gobierno de España y todos los presidentes autonómicos no se hable en español. Y si se monta una ridícula Torre de Babel es simplemente por la presión del marco mental que ha instaurado el separatismo, no por hermosos motivos culturales. En Italia hay también idiomas regionales, y en Francia, y jamás se permitiría este dislate.

Así que hizo bien Ayuso. Y me temo que Rueda y Prohens, que siguieron al nacionalista Illa y al separatista Pradales y utilizaron las lenguas regionales en un foro que no era el propio para ello, demostraron muy poca sintonía con lo que piensa el votante tipo del centro-derecha y derecha, que no puede ver el pinganillo ni en pintura.

Me repito: es imposible mantener la unión de una nación si de manera constante se permiten gestos y acuerdos políticos destinados a fomentar la desunión. Y si el PP todavía no entiende este principio tan básico, mal anda. Una pena que Ayuso se esté quedando como un oasis en esa casa.