EDITORIAL-El Español 

La decisión de la Comunidad de Madrid de condecorar hoy viernes al presidente de Argentina, Javier Milei, con el que el Gobierno mantiene abierto un conflicto diplomático, ha generado un nuevo choque político en nuestro país.

El Gobierno ha acusado a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de «grave deslealtad institucional», aunque facilitará al presidente argentino el trato que le corresponde como jefe de Estado, incluido el uso de la base aérea de Torrejón y las medidas de seguridad usuales.

La reacción del Gobierno y la calificación de «grave deslealtad institucional» pueden ser hiperbólicas, pero en la cuestión de fondo tiene razón. Porque ¿cómo justifica la Comunidad de Madrid una decisión que pone de manifiesto una clara discrepancia entre la política exterior del Gobierno y la del gobierno madrileño?

¿Aceptaría entonces Ayuso que Cataluña, o el País Vasco, o cualquier otra comunidad autónoma española, pusiera en práctica su propia política exterior en clara contradicción con la del Gobierno central?

¿Es aceptable, entonces, que el presidente de la Generalitat condecore al presidente de Kosovo, con el que España no mantiene relaciones exteriores?

¿O que el presidente vasco haga lo propio con el presidente argelino, provocando un conflicto diplomático con Marruecos?

¿O que el presidente andaluz organice un acto de desagravio a la comunidad saharaui, o dé apoyo a la política de Putin en Ucrania invitando a un ministro del Kremlin?

El artículo 97 de la Constitución es explícito: «El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado».

Es de justicia señalar que Ayuso puede haberse dejado atrapar por una manipulación del Gobierno argentino. Porque como explica hoy EL ESPAÑOL, el portavoz de la Casa Rosada, Manuel Adorni, anunció la condecoración a Milei antes incluso de que el gobierno madrileño hubiera tomado la decisión. Pero también es cierto que el Ejecutivo madrileño nunca desmintió a Adorni, alimentando la confusión.

Discrepar de la política exterior del Gobierno es totalmente aceptable en democracia. Pero esa discrepancia debe dirimirse en los foros adecuados y, desde luego, rectificarse únicamente mediante el voto en las urnas.

Con esta decisión, además, Ayuso confronta con Pedro Sánchez más allá incluso de lo que lo hace Alberto Núñez Feijoo y coloca entre la espada a su pared a su propio partido.

El Gobierno no ha gestionado de forma inteligente el ‘asunto Milei’ y este diario lo ha dicho en anteriores editoriales. El Gobierno sobrerreaccionó a los insultos de Milei y se abocó a un callejón sin salida en el que el presidente argentino, un gobernante ‘antipolítico’, tenía las de ganar dado que no actúa según las reglas convencionales de la diplomacia obedecidas por todas las democracias occidentales.

Pero la respuesta no puede ser jamás la de tirar por la calle de en medio con una política de hechos consumados. La política exterior no puede convertirse en un arma en la batalla política, y menos con el objetivo de boicotear las decisiones del Gobierno, se esté o no de acuerdo con ellas.

En este sentido, la reacción de la Casa Real a la visita de Milei ha sido, una vez más, impecable, rechazando la posibilidad de recibir al presidente argentino y recordando que «la política exterior la decide el Gobierno». El Gobierno madrileño debería tomar nota de la impecable respuesta de la Corona.