- Salvador Illa no ha hablado jamás con ningún vasco en catalán, como Imanol Pradales no lo ha hecho jamás con ningún catalán en euskera.
Supongo que no me arriesgo demasiado si aventuro que Salvador Illa no ha hablado jamás en catalán con Imanol Pradales, uno de esos vascos de apellido castellano que escribe «País Vasco» y no «Euskadi», como no me arriesgo demasiado si aventuro también que Imanol Pradales no ha hablado jamás en euskera con Salvador Illa.
De hecho, Salvador Illa no ha hablado jamás con ningún vasco en catalán, lendakari o no, como Imanol Pradales no lo ha hecho jamás con ningún catalán en euskera, president o no.
¡A saber en qué idioma lo habrán hecho!
De hecho, y esto es lo mollar, Salvador Illa ha hablado más en español que en catalán con los propios catalanes a lo largo de su carrera política, de la misma forma que Imanol Pradales ha hablado más en español que en euskera con sus propios ciudadanos vascos.
Y eso porque cuando tu supervivencia política depende de que te voten, uno tiende a hablar en el idioma en el que es comprendido por un mayor porcentaje de la población.
Ahí no hay romanticismos decimonónicos ni lenguas ancestrales que valgan.
Y Salvador Illa e Imanol Pradales no lo han hecho, lo de hablar entre ellos en catalán y euskera, digo, porque, siendo gente lista, habrán llegado, digo yo, a la conclusión de que teniendo una lengua común, el español, es absurdo arrancarse a hablar en catalán y en euskera por aquello de hacerle los honores al fuero de sangre.
A fin de cuentas, el catalán y el euskera no son ni siquiera las primeras lenguas en sus provincias.
El catalán es, según datos de la propia Generalidad de Cataluña, la lengua de «identificación primaria» de aproximadamente el 29% de la población. Ni siquiera uno de cada tres catalanes.
El español es, sin embargo, la lengua de identificación primaria del 52,7% de los catalanes.
El resto de la población catalana hasta llegar al 100% son básicamente inmigrantes africanos y esos bienquedas (un 12% de la población) que dicen identificarse con «ambas lenguas» por igual.
Un dato que, conociéndome el percal tras haber vivido durante cuarenta años en esa comunidad, quiere decir que hablan en español, pero dicen frente al encuestador hacerlo también en catalán.
Y es que en mi comunidad de origen, además de mucho bienqueda, también hay mucho chivato a sueldo de la administración pública. Así que mejor curarse en salud.
O sea, y por resumir, 29% contra 64%, aproximadamente.
Dicho de otra manera. La lengua «propia» de Cataluña, si no nos perdemos en martingalas románticas, sería en todo caso el español.
Porque si nos vamos a esas martingalas y fingimos creernos lo de las lenguas «propias» de los territorios, entonces llegaríamos a la conclusión de que ni el catalán ni el español son esas lenguas «propias». Porque antes del catalán, una lengua que siempre ha sido minoritaria en el noreste español, se hablaban en Cataluña el mozárabe, el latín y, previamente, las lenguas íberas y celtíberas.
Y antes de eso, pues el gruñido primigenio del Homo Erectus de turno. El verdadero catalán original, que debía sonar a algo parecido al mismo gruñido primigenio de la zona hoy conocida como Extremadura, pero con la ç trencada.
GROOOAAAÇÇÇRRR o algo así.
En el caso del País Vasco, el panorama es incluso más desolador para el euskera, un idioma que, como el catalán, ha acabado convertido en una lengua artificial y estrictamente administrativa que los funcionarios de la región utilizan, literalmente, para obstaculizar la vida de aquellos que no lo hablan.
En consecuencia, y mutado el euskera en un código burocrático críptico que permite reservar plazas, ayudas y subvenciones para los vascos «de sangre» en detrimento de los vascos «por empadronamiento», la mayoría de los ciudadanos se dedican a hablar entre ellos en español, que es su verdadero idioma, mientras fingen, frente al funcionario de turno, un euskera de caserío montaraz.
Y por eso, y aquí voy, tiene razón Isabel Díaz Ayuso cuando dice que ella no está para perder el tiempo con escenificaciones y que si Salvador Illa e Imanol Pradales se arrancan a hablar en catalán y en euskera, cuando ellos hablan en privado en español, se levanta y se larga.
Sin espectadores pastueños, el romanticismo heideggeriano de catalanes y vascos, que no es más que teatro, se disuelve como un azucarillo.
Porque, claro, para asistir a tragicomedias de idiomas amenazados y culturas en riesgo de extinción, como si los vascos y los catalanes fueran watusis y no españoles de 2025, pues mejor dedica uno el tiempo a cosas más útiles.
Como la de seguir aumentando esa brecha económica y cultural que ha hecho que la Comunidad de Madrid supere ya a Cataluña y País Vasco como motor de la economía española. Una brecha que los gobiernos vasco y catalán pretenden cerrar a base de ç y tx, pero que no hará más que aumentar mientras sus dirigentes no empiecen a tomarse en serio a su país y a sus ciudadanos.
Que son, respectivamente, España y los españoles.