Euskadi es un país en el que sus hijos más perseverantes se manejan con mucha soltura entre valores entendidos. Por eso, la renuncia de Sare, red de apoyo a los terroristas presos, al homenaje a Henri Parot para sustituirlo por concentraciones de rechazo a la cadena perpetua, (pena inexistente en España), no era un distingo para los concentrados en Mondragón. Todos y cada uno de ellos asistieron para insultar a los partidos constitucionalistas y a las asociaciones de víctimas. Y para proclamar su solidaridad con el más cruento de los etarras. Ese es, al fin y al cabo, el criterio de legitimidad que ordena a los terroristas, su hoja de servicios. En las cárceles, la jerarquía la establecía el número de ‘jamones’, de cada preso, que era el equivalente a las muescas en los revólveres de los pistoleros del Far-West.
A cualquier persona de mediana constitución intelectual y moral debe llamarle la atención que en el taller donde ETA mantuvo secuestrado a José Antonio Ortega Lara durante 532 días aparecieran pintadas ‘Faxistak kanpora!’ y que una parte importante del pueblo de Mondragón, puesto a elegir, se siente más cercana a Bolinaga que a su secuestrado. Y de Parot ni hablamos, que Uribeetxebarria-Bolinaga no era más que un recluta comparado con el jefe del comando Argala. Euskadi es un árbol genealógico que en unas ramas da víctimas y en otras asesinos y parece que las de los asesinos son más sólidas.
Por eso es perfectamente lógico que el portavoz de Sare sea Joseba Azkarraga Rodero, diputado del PNV y después de EA y consejero de Justicia con Ibarretxe. Él no es hombre de carrera y podría decirse que es un intelectual alternativo, algo así como la Adriana Lastra del nacionalismo vasco. Tenía toda la legitimidad del mundo, incluso familiar, para situarse con las víctimas. Su tío, el general Luis Azcárraga Pérez-Caballero, fue asesinado por ETA el Domingo de Ramos de 1988 en Salvatierra, cuando salía de misa. Pero a él le tira más la defensa de los asesinos que la de las víctimas. Es una metáfora acabada de este pueblo.
A mí mismo me admiró su sentido de la interpretación de los hechos en una conferencia que impartió en Bilbao en 1998.”Nos acusan de utópicos, pero… ¿alguien pensaba hace dos o tres años que el Estado yugoslavo se iba a desmembrar? Eso demuestra que vamos de acuerdo con los vientos de la historia”, dijo en plena guerra de los Balcanes, mientras Sarajevo y Mostar eran reducidas a cascotes por las bombas.
No sé qué pensarían sus actuales compañeros si leyeran ‘Espía en el País Vasco. Memorias del primer hombre que negoció con ETA’ del comandante Ángel Ugarte, agente del SECED, servicio de inteligencia o así que dirigía el coronel San Martín, condenado por el 23-F, en el que da cuenta de la relación incluso de amistad que le unía en 1974 al ‘Proto’, apodo que le puso a Azkarraga después de que este se definiese como ‘prototipo de vasco’: “en aquella peculiar simbiosis, […], yo recibía de Joseba Azcárraga la información que me permitía conocer en qué andaba su partido, y yo por mi parte le ayudaba a que pudiera hacer lo que quería”.