ABC 24/01/15
· Dejó petrificada a la Convención al preguntar: «¿Quiere el PP ganar las elecciones? ¿Dónde está el PP?» Reclamó la defensa de las víctimas del terrorismo y la unidad de España «Cadauno tiene que responder de sus actos. Yo respondo de los míos», afirmó sobre la corrupción
El PP se había decidido a hacer autocrítica y a profundizar en la reflexión de lo mucho que queda por hacer en 2015. Si la dirección todavía no tiene las conclusiones, José María Aznar se las proporcionó ayer. El ex presidente del Gobierno y presidente de honor participó en la apertura de la Convención Nacional y metió en vereda al PP. Ni una sola referencia al milagro de la recuperación económica, que constituye el corpus del discurso de Mariano Rajoy, y sí toda una retahíla de reproches que le llevaron a hacer dos sorprendentes preguntas al plenario: «¿Aspira realmente el PP a ganar las elecciones?» y «¿Dónde está el PP?».
Las preguntas todavía resuenan en la cabeza de algunos de los asistentes. ¿Cómo dice Aznar si el PP quiere ganar las elecciones? La respuesta es obvia. Lo hace porque piensa que Rajoy no está haciendo la política que conducirá al partido a una nueva victoria, en un momento que resulta crucial para España. Aznar no hizo ayer ningún esfuerzo para disimular su preocupación. Tampoco la enorme distancia que le separa de Rajoy, la que impide que se saluden con afecto, que entren juntos en la convención o compartan despacho unos minutos. La comunicación no verbal delata a ambos tanto como las diferencias de su discurso.
Con Rajoy escuchándole, el ex presidente reclamó ayer al PP una vuelta al centro –a la «centralidad» dijo él–, al encuentro de los «españoles moderados» a quienes «la izquierda empieza a ofrecer su peor versión». No fue sólo una receta de manual de teoría política. Aznar lo explicó cuando aseguró que «tenemos que fortalecer las clases medias, después del inmenso trabajo que han hecho» y dijo que eso pasa por «bajar los impuestos a los que trabajan y ahorran». Una medida que el PP sostiene que ha abordado con su reforma fiscal y que, en cambio, ayer su presidente de honor no reconoció.
Recuperar a la clase media pero también a los jóvenes, afirmó, para quienes Aznar pide forjar «una gran alianza social y empresarial por el empleo». En su opinión, esto es «hacer política», «la mejor política», «la que convoca y articula a las mayorías sociales hacia objetivos compartidos». El regreso al centro que pide Aznar es en sí misma una convicción –él entiende que uno de sus logros fue aglutinar todo el espectro electoral del centro derecha– pero también el análisis de los datos de las encuestas. Como la dirección del PP, el ex presidente del Gobierno es perfectamente conocedor de que los 2,5 millones de personas que, según los sondeos, apoyaron en 2011 al PP y ahora pretenden abstenerse, son votantes de centro.
Sin embargo, Aznar no quiere a un PP en La Moncloa con el único proyecto de parar a Podemos. No quiere la victoria matemática, el conformismo de ir primeros en las encuestas, desea un triunfo moral. El de un partido con la obligación «histórica» y la responsabilidad de que «España siga adelante». Y para conseguirlo propuso ayer «tender puentes». «Crecer no es desplazarse –afirmó–, es estar donde se estaba y además en sitios nuevos. Y eso se hace sumando, sumando y sumando». «No se trata de apelar al miedo, sino a la ambición de hacer un país mejor para todos».
«Necesitamos gente de valía que reivindique la política», defendió. Por un momento pareció que iba a decir que el PP necesitaba una renovación. No lo dijo, pero se acercó. Aznar no tuvo reparos en afrontar el asunto más peliagudo del día. Apenas unas horas antes, un Luis Bárcenas recién salido de prisión había asegurado que «Rajoy conocía la existencia de la contabilidad B del PP desde el principio». El ex tesorero añadió que «no le consta» que Aznar también.
Ante esta durísima acusación el presidente del Gobierno optó por el silencio, por más que los periodistas le preguntaron en sus recorridos por la convención. Su antecesor en la dirección del PP, a su manera, contestó, «la corrupción es un cáncer que no podemos tolerar. Os digo que cada uno tiene que responder de sus actos; con la ley, con todas sus garantías, pero con todas sus exigencias. Y os digo que respondo de los míos desde el primero hasta el último. Mirándoos de frente os lo digo: de mis actos respondo desde el primero hasta el último». Ahí queda dicho: cada palo que aguante su vela.
Aznar si algo sostiene son los principios y la historia del PP. Resultó raro que un hombre tan celoso de sus sentimientos como él, tan poco expresivo, se emocionara tanto ayer. Los asistentes a la convención recibieron su subida al estrado en pie, con un largo y cálido aplauso. Con la voz quebrada, el ex presidente del Gobierno rememoró que un día como ayer, hace 20 años, «estaba enterrando a Gregorio Ordónez». Algunos, señaló unos párrafos después, «nos invitan a pasar página, pero de eso nada». «Los terroristas a la cárcel, cumpliendo sus penas; los que siguen apoyándoles y les exaltan, a los tribunales y a las víctimas, puertas abiertas y brazos extendidos». A las víctimas, memoria, dignidad y justicia. Hoy, mañana, y todos los días, aquí, en Estrasburgo, en Bruselas o en San Sebastián, donde sea». Justo hoy se manifiesta en Madrid la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) en contra de la política del PP.
Aznar fue sobre este asunto muy explícito. También sobre Cataluña. Sostuvo que en este tema «hay que hacer una política nacional clara» porque «nadie tiene el derecho de dividir y enfrentar a una sociedad». «Debe quedar claro que nadie puede echar un pulso a la democracia y al Estado sin que eso tenga consencuencias». Como una parte del partido, el ex presidente piensa que el PP ha renunciado a explicar sus posiciones en Cataluña. Por eso ayer dijo que hay «una política por levantar» y un «gran esfuerzo de movilización por hacer». Y hay que hacerlo, añadió, «con constancia y generosidad, para que Cataluña no quede secuestrada y enmudecida por el independentismo».
Y en medio de todas estas reflexiones, otra vez una pregunta: «¿Dónde está el Partido Popular?» El PP estaba allí. Aznar con él. De vuelta a casa. Aunque a él no le gusta que se escriba esto y ayer proclamara que «no vuelvo hoy de ninguna parte porque nunca me he ido a ninguna parte». Pero el PP que ve Aznar no acaba de gustarle. Está falto de épica. En las elecciones de 2015, explicó, «no se decidirá entre continuidad o cambio, se decidirá entre cambiar para destruir o cambiar para construir». «Los españoles –añadió– nunca han necesitado nuestro proyecto político tanto como hoy. Tenemos la obligación de ganar». Para conseguirlo hay que «despejar niebla y confusión sobre lo que somos y lo que queremos». Él hizo ayer la primera contribución.