EL CORREO 17/10/14
· El expresidente aparece para «defender la nación» y liga a Podemos y el independentismo con los movimientos totalitarios
José María Aznar ha vuelto a romper su silencio. Entraba dentro de lo posible porque el expresidente del Gobierno siempre ha argumentado que, aun careciendo ya de responsabilidades políticas, tiene tanto el derecho como la obligación de «defender» la nación. Y dado que la considera en grave peligro, su intervención era sólo cuestión de tiempo. Llegó en la entrega del V Premio FAES de la Libertad al historiador mexicano Enrique Krauze y arremetió a partes iguales contra Artur Mas y contra Podemos, sin citarlos por su nombre. «Ni los rupturistas de la identidad ni los de la revolución quieren regenerar la democracia. Buscan lo de siempre, acabar con ella», dijo tajante.
Su discurso sorprendió a los asistentes. No tanto por su contenido, en perfecta sintonía con su trayectoria, sino por el hecho de que se aprovechara de un acto en el que el protagonismo debía haber recaído en el premiado. Seis páginas de intervención con un recado sobre Cataluña: «Si acogiéramos la política del órdago como base de diálogo no abriríamos ninguna operación de reforma, estaríamos deshaciendo nuestro acuerdo democrático», argumentó, antes de lanzar un bocinazo de alarma. «Vuelven los viejos conocidos de la Historia de Europa –clamó–. Reviven los agentes de la destrucción de la paz, la libertad y la democracia, dispuestos a dejar su huella también en el siglo XXI».
La última vez que Aznar se sintió impelido a hacer oír su voz para avisar de que el mal se cierne sobre España en forma de nacionalismo y populismo fue el año pasado, en la recepción del 12 de octubre que presidió en el Palacio Real el entonces Príncipe de Asturias. A Don Juan Carlos, aún convaleciente de su enésima operación de cadera, no le quedó otra que ausentarse por primera vez en su vida. Y el expresidente, que no había participado en el convite desde que abandonó La Moncloa, se presentó allí para, según su propia explicación, «defender la democracia, la unidad nacional y la Monarquía constitucional» ante la «seria gravedad» de la situación.
Ataque a la libertad
El domingo no se presentó a la cita. Quizá porque no quería interferir en el estreno de Felipe VI, pero es obvio, a la luz de su prolija intervención en los premios, que tenía ganas de volver a ponerse el traje de estadista. «El nacionalismo ha impuesto una lógica de desestabilización –adujo–. Quiere romper, no porque no se hayan cumplido las expectativas de autogobierno contenidas en la Constitución, sino precisamente porque se han cumplido».
Y aquí llegó el mensaje directo a Mariano Rajoy. «Si otros buscan la confrontación, tendremos que asumirla, pero no podemos quedarnos ahí. Necesitamos la mejor política. La que trabaja para articular voluntades, para sumar personas y proyectos, para renovar la invitación a la concordia dentro de la ley».
También habló de la desafección ciudadana y de la desconfianza en la política. No analizó los motivos y tampoco se refirió a ninguno de los escándalos que salpican al PP, desde Gürtel hasta las tarjetas negras de Caja Madrid, que han puesto en la picota al que fue su vicepresidente económico, Rodrigo Rato. Se limitó a bramar contra las peligrosas «recetas» que proponen quienes son «meros enemigos de la libertad».