EL MUNDO – 05/03/16
· Alerta de la resignación ante un supuesto destino inevitable de la extrema izquierda populista.
· En febrero de 1988, a las puertas de la disolución de Alianza Popular y su posterior refundación en el Partido Popular, José María Aznar realizaba una reflexión: «Una cierta sensación de fatalidad recorre la vida política».
Aludía a la falta de una alternativa política al socialismo hegemónico. Hoy, 28 años después, el ex presidente del Gobierno tiene la misma sensación de fatalidad que se manifiesta en la «resignación ante un supuesto destino inevitable que nos hará caer en el destrozo social, económico y político de la extrema izquierda populista».
Aznar sacó ayer esta reflexión para rebelarse de nuevo ante el «pesimismo», ante el «retorno a la creencia de un país ingobernable», y advertir de que la sociedad española «no está en absoluto condenada a vivir atenazada por los discursos del antagonismo social ni seducida por los crueles espejismos de la demagogia».
Pero para ello, reclamó al PP que articule un «proyecto político renovador» y «útil» para el «reencuentro con una sociedad que plantea nuevas exigencias». «Este país merece un proyecto político útil, definido como una gran síntesis liberal-conservadora que tantos beneficios han rendido a las sociedades europeas», señaló. Este nuevo proyecto político, según aseveró, debe ser «el resultado de un debate profundo» y basado en «una síntesis que es de ideas y de personas».
Aznar recuperó su reflexión de 1988 para alertar del peligro de la «extrema izquierda populista» en San Sebastián, en la entrega del premio de la Fundación Gregorio Ordóñez a Leopoldo López, el líder opositor venezolano encarcelado por el régimen de Nicolás Maduro y que recogió su padre Leopoldo, muy emocionado. La alusión del ex presidente tenía su fundamento porque, como enfatizó a modo de comparativa, esa «extrema izquierda populista y totalitaria es la culpable de que un país como Venezuela haya descendido a niveles insoportables de carencias para la población, violencia y quiebra social e institucional».
Cuando Aznar pronunció esta reflexión, su partido y el país, según recordó, «atravesaban una mala situación que llevaba camino de empeorar», por lo que le pareció «ineludible realizar una propuesta que pudiera romper esa tendencia para pasar a liderar una estrategia de victoria». Por ello, ahora, en una situación similar, rescató esta «nota de recuerdo» porque «otros, yo el primero, quizás la encuentren suficientemente valiosa como para tenerla en cuenta».
El ex presidente del Gobierno solicitó esta renovación al PP para articular un «proyecto político que no puede abandonar la vanguardia social» al mismo tiempo que en Madrid, en el Congreso, se evidenciaba la derrota de Pedro Sánchez en sus aspiraciones de llegar a La Moncloa, lo que abre las puertas a Mariano Rajoy para que retome el protagonismo perdido. Por ello, confiado, Aznar mostró sus deseos de que sus «consideraciones» hacia el PP «fueran de alguna utilidad».
En previsión de posibles críticas internas, Aznar quiso dejar constancia de que todas sus decisiones siempre fueron encaminadas a «asegurar la continuidad» del proyecto popular, a pesar de que, como lamentó, ha «pagado el precio de hacerlo». Otros, como Gregorio Ordóñez, «lo sacrificaron todo» hasta pagar con su vida.
Aznar estuvo acompañado por su mujer Ana Botella en la entrega del premio anual de la Fundación en memoria del edil del PP asesinado por ETA en 1995, en un acto en el que los discursos no obviaron la «humillante» salida con todos los honores de la cárcel del ex líder de Batasuna Arnaldo Otegi, que hoy recibirá un baño de masas público con un acto de homenaje en el Velódromo de Anoeta para proyectar su candidatura a lehendakari.
A este respecto, el presidente de la Fundación Faes advirtió de que vuelven los «falsos profetas, terroristas convictos que se quieren hacer pasar por pacificadores». Denunció que Otegi y su gente «aún cometerán la obscenidad de intentar compararse con los que han sufrido y sufren la cárcel por su compromiso por la libertad».
En una sala en la que había numerosos jóvenes venezolanos, Aznar quiso «dejar claro» que el hecho de que «los enemigos de la libertad paguen por sus crímenes no les convierte en inocentes». El daño provocado por Otegi, según puso de manifiesto, «es irreparable y jamás aceptaremos que ese daño y su condena se transformen en mito fundacional del relato de su éxito».
La viuda de Ordóñez, Ana Iribar, fue muy dura con Otegi y los herederos de la izquierda abertzale, que «se exhiben impúdicos con la boca llena de paz y las manos sucias de sangre», pero especialmente con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, por referirse al ex líder batasuno «como un gran político y un preso de ideas».
EL MUNDO – 05/03/16