La conversión de los principales artífices de la lucha del Estado contra ETA en testigos de Ibarretxe se produce por una constante y extendida frivolización de la negociación con el terrorismo, por la disolución de las fronteras entre la ley y los delincuentes. Pero entre los contactos de Estado con criminales y la negociación política con ellos existen diferencias esenciales.
Esto de que Ibarretxe quiera usar a Aznar y Mayor Oreja de coartada para sus acuerdos con ETA es algo así como un neonazi juzgado por exaltación del nazismo pidiendo de coartadas a los estudiosos del nazismo o a sus perseguidores. Porque llegaron a hablar con los criminales. Ridículo, grotesco, delirante. Con un problema añadido en el caso de Ibarretxe, que su historia de la coartada es real. Acaba de ocurrir. Y con otra diferencia no menos sustancial. El neonazi no se atrevería a tal despropósito. Además de neonazi, se convertiría en un idiota. Y bastante tendría con lo de neonazi, al menos, delante de los tribunales. Con ETA y los nacionalistas de por medio, los idiotas somos los demás. De opositores de ETA a sostenedores de sus tratos con Ibarretxe.
Claro que ese papel de idiocia obligada ha sido ampliamente cultivado por los más variados sectores, no sólo por el infinito cinismo de los nacionalistas. La conversión de los principales artífices de la lucha del Estado contra ETA en testigos de Ibarretxe se produce por una constante y ampliamente compartida frivolización de la negociación con el terrorismo. Por la disolución de las fronteras entre la ley y los delincuentes, entre los principios del Estado de Derecho y la ciénaga terrorista.
Situándonos en el más benévolo de los supuestos, en el de la ignorancia, la negociación de Zapatero ha constituido la culminación de esa frivolización, la ruptura de todos los límites éticos y legales en el tratamiento del terrorismo. Por ese motivo, Zapatero sí es una coartada para Ibarretxe. Ha hecho lo mismo que él. Lo que ocurre es que ya hay dos subordinados suyos imputados por ello. Por el delito de desobediencia al Supremo. Por avalar públicamente a un partido ilegalizado. El PSOE, como Ibarretxe, se ha esforzado por convencernos de que eso es lo mismo que hicieron Aznar y Mayor. Pero entre los contactos de Estado con criminales y la negociación política con ellos existe una diferencia legal y democrática esencial que es la que se está juzgando en la sociedad y, ahora, también en los tribunales.
Edurne Uriarte, ABC, 22/11/2007