Los socialistas aragoneses son los únicos que conocen la diferencia entre la enseñanza de y la enseñanza en una lengua, algo que parecían ignorar el presidente del Gobierno, la vicepresidenta, la ministra de Educación, el president Montilla y su antecesor Pujol, entre otros, a juzgar por sus críticas al Manifiesto por la Lengua Común. Menos da una piedra.
En la España de la pluralidad diversa tienen mala prensa el común denominador y la koiné. Sólo hasta cierto punto, porque la misma lógica particularista tiende a dimitir de sí misma cuando prefiere el concepto monolítico de pueblo a la voluntad, plural y diversa, de los ciudadanos considerados como individuos.
Una parte importante de los españoles, mayoritaria a juzgar por el mapa electoral, tiene una gran confianza en el modelo lingüístico de la torre de Babel para comunicarse con la peña. Al fin y al cabo, «las lenguas están hechas para entenderse», dijo Zapatero, sin añadir una precisión necesaria: sus hablantes entre sí. En caso contrario, cabría pensar que cuantas más lenguas se hablen en un territorio determinado, tanto mejor se comunicarán sus habitantes. ¿Era Babel o bable?
Ya tenemos bastante problema para entendernos en la koiné. Un suponer, durante la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles y en respuesta a una brillante analogía del diputado del BNG Francisco Xesús Jorquera entre la igualdad de derechos y oportunidades de hombres y mujeres y la de los idiomas, Zapatero defendió «un derecho incuestionable, que es el uso bilingüe de una lengua cooficial», según consta en el Diario de Sesiones del Congreso. ¿Qué maravillas no veremos cuando Jorquera pregunte en gallego y la ministra de Defensa le responda en catalán?
Los socialistas de Marcelino Iglesias tratan de conseguir apoyos para el anteproyecto de Ley de Lenguas de Aragón con que tratan de cumplir el artículo VII de su Estatuto de Autonomía: «Las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón gozarán de protección. Se garantizará su enseñanza y el derecho de los hablantes en la forma que establezca una ley de Cortes de Aragón para las zonas de utilización predominante de aquéllas».
En ello están. En levantar trabajosamente el concepto de las lenguas propias y sus hermosas paradojas, porque las lenguas propias de Aragón son tres, a saber: castellano o español, considerada «mayoritaria y oficial» en el pretexto; las otras dos son «propias e históricas»: el aragonés y el catalán. La primera tiene un número de hablantes repartido entre varios dialectos (panticuto, belsetán, chistabín, ansotano y patués) que suman entre los 5.000 y los 15.000 y viven en la parte norte de Huesca, junto al Pirineo aragonés. La segunda es el catalán, que hablan algo más de 50.000 habitantes en la franja oriental de Aragón que linda con Cataluña y el norte de la Comunidad Valenciana.
¿Es más aragonesa una lengua que permite la comunicación con 10.000 hablantes aragoneses o con los 50.000 catalanohablantes de La Franja que una que se comparte con 1.265.354 habitantes que la Comunidad Autónoma tiene en edad de expresarse con fluidez? (Datos del padrón municipal a 1 de enero de 2008).
Misterios de la fe y de los nacionalismos. Fe es creer lo que no vimos y lengua propia e histórica es la que menos hablamos y con menos propiedad. No parece que el anteproyecto tenga muchas expectativas de futuro, dada la oposición del PAR, socio de Gobierno de los socialistas, pero hay algo en este anteproyecto que es muy notable. Los socialistas aragoneses son los únicos que conocen la diferencia entre la enseñanza de y la enseñanza en una lengua, algo que parecían ignorar el presidente del Gobierno, la vicepresidenta, la ministra de Educación, el president Montilla y su antecesor Pujol, entre otros, a juzgar por sus críticas al Manifiesto por la Lengua Común. Menos da una piedra.
Santiago González, EL MUNDO, 19/9/2008