ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 12/04/16
· Los paraísos fiscales fueron diseñados, básicamente, para que los ciudadanos de otros países pudieran eludir sus responsabilidades tributarias. Pero uno puede tener su dinero fuera y cumplir a rajatabla las obligaciones fiscales del país donde reside. En ese caso, el motivo más común es la percepción de que el dinero, como los hombres, está más seguro en un paraíso.
Aun cumpliendo con las obligaciones fiscales, la decisión de llevar dinero fuera supone un manifiesto desentendimiento de tus compatriotas y una falta de confianza en tu país (con esa desconfianza vertebral justificaron los apellidos locales Pujol, Trias o Mas que sus padres hubiesen abierto cuentas en paraísos) que ni siquiera la internacionalización del capital puede atenuar: tu dinero fuera contribuye al Pib de fuera.
No hay ley que obligue a ningún español a sentirse más solidario de la buena gente de Teruel que de su homónima en Delaware. Y la ley tampoco obliga a los políticos. Sin embargo, nadie habría de confiar en un político con dinero estratégicamente colocado fuera de su país. A menos que ese político animara públicamente a sus votantes a que llevaran el dinero a Delaware, porque lo necesitan más que en Teruel. Un político no puede distinguir entre predicar y dar trigo.
El primer ministro Cameron se benefició de un fondo de inversiones creado por su padre en las Bahamas, lo hizo cuando ya era el líder del partido conservador y se desprendió de él pocos meses antes de su proclamación como jefe del Gobierno. Jamás animó a los británicos a llevar su dinero a las Bahamas. Y nunca habló públicamente de su conducta financiera hasta que los papeles de Panamá han hablado por él. Es un político responsable de una mentira estructural.
El grave problema de Cameron trae, sin embargo, otras complicaciones políticas y morales. El intento de defensa mediante la presentación de sus últimas seis declaraciones de renta y la propuesta correlativa del laborista Corbyn de que todos los políticos muestren esas declaraciones son un depravado ejemplo del aprovechamiento populista de la crisis. Por parte de Cameron, queriendo desviar el problema clave de su moral offshore; y por parte de Corbyn queriendo penalizar políticamente la riqueza.
La conducta de uno y otro abonan lo mismo: que una declaración de renta baja sea el requisito indispensable para hacer política. Complementada, idealmente, con un expediente académico de altura similar y hasta dejar las cámaras de los comunes vacías de nombres propios.
ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 12/04/16