ABC 04/01/17
DAVID GISTAU
· El PSOE está a punto de encontrarse con que tiene que habérselas con dos Podemos, uno fuera y otro dentro
MIENTRAS no terminan de funcionar los intentos de inducirle por hipnosis a Aznar la fundación de un PP Auténtico que disperse el patrimonio sociológico del PP Mariano, la izquierda parece no haber terminado aún de romperse en cachitos. En estas ocasiones, Umbral solía usar la imagen de la nave escacharrada que, al ingresar en la atmósfera, va soltando pedazos. El PSOE está a punto de encontrarse con que tiene que habérselas con dos Podemos, uno fuera y otro dentro, uno exógeno y otro producido por su propio sistema inmunológico.
El de fuera, el de Iglesias, mantiene sus expectativas de superación electoral pese al minucioso intento de autodestruirse mediante reducciones voluntarias a la más suburbial radicalidad y purgas que mezclan dos tipos de excesos, ambos verbales: el de la violencia y el de la cursilería. En cuanto al Podemos interior, Sánchez creo que hasta va a abrir en la misma calle Ferraz una oficinita de alistamiento alternativo para socialistas fetén que tiene el encanto precario de los resistentes en la hora del armisticio. Pretende ser una vía alternativa para aquellos militantes en los cuales son más acuciantes la ideología y el complejo de superioridad moral socialdemócrata y que no están dispuestos a rendir una cosa ni la otra en el proceso de deglución del Partido Único en el cual Rajoy aprueba a los candidatos a la secretaría general del PSOE como si hubiera convertido aquello en un protectorado con derechos de conquista. Rajoy se dispone incluso a conceder victorias parlamentarias del PSOE en asuntos que no alteren el espinazo económico y fiscal para disfrazar un poco semejante salida con las manos en alto del enemigo habitual.
Ignoro en qué medida puede beneficiar a Sánchez, un perdedor serial, la aureola victimista del golpe que le dieron entre el diario «El País» y los mandarines del PSOE, a resultas del cual hemos contemplado hasta la rehabilitación de Zapatero –cómo estará el PSOE para tener que recuperar a Zapatero para que alguien haga de personaje con autoridad–. Tampoco sé si Sánchez, a quien no considero capaz de ganar un quesito al Trivial, puede levantar un santuario de pureza del PSOE que acoja a aquellos para quienes aún opera ese antagonismo según el cual el PP representa a los «herederos directos» de los asesinos de Lorca que es necesario mantener al otro lado de un cordón sanitario. Pero el Podemos de Sánchez logrará implantarse mínimamente mientras en el PSOE no haya nadie aparte de un expresidente que fue el peor de la democracia y un portavoz parlamentario que sólo tiene acreditada la falta de escrúpulos con la que asegura su propia supervivencia tanto en un PSOE como en su contrario. Es decir, mientras Díaz permanezca reticente y demore lo mismo el congreso que su compromiso personal para que otros, los que ya le desalojaron a Sánchez a sangre y fuego, le sigan haciendo el trabajo sucio y le garanticen un paseo triunfal sin que ella deba mancharse. Señora, como decía Mazzantini, baje y hágalo usted.