IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El poder territorial del PSOE se desintegra sin que nadie exija cuentas. En Sevilla han perdido hasta la caseta de Feria

En cada elección parcial habida desde 2020 hasta la fecha, Pedro Sánchez ha ido quemando trozos de su partido al grito ‘marxista’ de «más madera», aferrado a los mandos del poder central mientras la estructura territorial de la organización se desintegra. Lo llamativo del caso es que nadie de los suyos –salvo Page, que tampoco es exactamente de su cuerda– le pida explicaciones, ni mucho menos cuentas, de este catastrófico balance de pérdidas. Entre los cuadros dirigentes, pese a ser las víctimas principales de ese ERE que los deja a dos velas, es natural que se imponga una silenciosa obediencia pero los militantes y los votantes también se conforman con la coartada de que no gobiernen las derechas. No gobiernan España, cierto, pero el mapa autonómico está teñido de azul por casi todas partes y eso significa que los populares gestionan un inmenso entramado de cargos públicos y milmillonarios recursos institucionales. Y la implantación de una fuerza política se estanca o retrocede sin la capacidad de distribuir favores clientelares.

Allá los socialistas si están satisfechos con esta mengua de su proyecto. Que parecen estarlo a tenor de la indiferencia o la resignación con que al menos de puertas para afuera han encajado el descalabro gallego. Es su problema contentarse o no con defender la trinchera que el presidente ha cavado en Moncloa con ayuda –mercenaria– de los nacionalismos insurrectos. En Madrid, en el País Vasco y en Galicia ya no están ni en el segundo puesto, y en Cataluña no les sirve de mucho mantener a duras penas el primero porque Puigdemont, en su crecida de influencia, ha vetado a Illa como interlocutor de cualquier acuerdo. En Valencia llevan siete meses organizando el relevo interno y en Andalucía siguen en plena travesía del desierto, incapaces de encontrar un hueco por el que hostigar la plácida hegemonía de Juanma Moreno. Por perder, hasta han perdido la caseta de la Feria de Sevilla por no presentar los papeles a tiempo.

Todo eso no pasaría de ser una mera cuestión de orden doméstico si no afectara al modelo de Estado, que la estrategia plurinacional de Sánchez está conduciendo a un plano abiertamente desigualitario. Una correlación de fuerzas donde sus socios separatistas ejercen el control ‘de facto’, conscientes de que la debilidad del Ejecutivo les pone el destino de la legislatura en sus manos. Exigencia tras exigencia y privilegio a privilegio van armando un diseño confederal a plazos al que el PSOE presta su colaboración complaciente en forma de leyes disruptivas que ignoran la separación de poderes para responder a la lógica chantajista de un sindicato de intereses. Con un partido en quiebra, prendido de pocos y frágiles alfileres, el liderazgo sanchista se desliza hacia un proceso de desarticulación del paradigma territorial vigente con tal de seguir gobernando sobre lo que quede… o le dejen.