En esa línea de camuflaje tan trabajada por el sanchismo, el ministro Marlasca impulsó la compra a Israel de quince millones trescientas mil balas del calibre 9 mm para la Guardia Civil. Estaba por renunciar a la compra, pero la Abogacía del Estado le hizo saber que rescindir el contrato, o por decirlo con la párvula jerga de la ministra portavoz (solo le falta hablar) prescindir el contrato le iba a costar al Gobierno pagar una indemnización mayor que el coste de las balas: seis millones seiscientos mil euros cuando el precio de los proyectiles era solo de 5,4 millones.

‘Balas sobre Broadway’ se titulaba una gran comedia de Woody Allen. ‘Balas sobre Marlasca’ podría titularse esta que sería una versión más cómica. Y que tiene precedentes: En enero de 2009, Zapatero intervino en un programa titulado ‘Tengo una pregunta para usted’. Un espectador le preguntó por la incongruencia entre sus proclamas de la alianza de civilizaciones y la venta de armas a Israel con las que se mata a palestinos. “Nuestras armas no se utilizan para eso” dijo casi compungido.

Ahora que sus socios le reprochaban comprar armas a un Estado genocida como Israel, podrían haber perfeccionado la compra con un argumento que aquí les brindo  graciosamente. ¿A un Estado genocida?  ¿niños palestinos? Lo que hemos hecho ha sido precisamente para salvaguardar vidas palestinas, a tono con nuestro líder, el único de occidente que ha reconocido al Estado palestino. Al comprar esos 15,3 millones de balas lo que hacemos es garantizar que esas balas no van a ser usadas por los judíos para asesinar a niños palestinos. En nuestras manos estarían seguras, por así decirlo. El PSOE siempre con la paz, a pesar de lo que diga Irene Montero, que como sabe todo el mundo, muy despejada intelectualmente no parece.

El caso es que a lo largo de mañana de ayer la situación cambió  de manera radical. Los cinco mindundis que integran en minoría el Gobierno de Sánchez (Yolanda Díaz, Ernest Urtasun, Mónica García, Pablo Bustinduy y Sira Rego) parecían predispuestos a expresar su radical desacuerdo con Pedro Sánchez resistiendo en la legislatura hasta 2027. El inconveniente era que Izquierda Unida, uno de los 17 partidos integrantes de Sumar, se mostraba intransigente. La obstinación se expresaba, sobre todo, extramuros del sistema, vale decir del Gobierno, porque la única representante de IU en el Gobierno, Sira Rego, parecía dispuesta, por la paz un avemaría, a resistir en el Ministerio de la Infancia y Juventud hasta el fin de la legislatura. Eso, a pesar de ser la ministra más comprometida con la causa palestina. Ella había hecho suyo el lema de los terroristas de Hamás con el que abogaban por la aniquilación del Estado de Israel: “Desde el río hasta el mar”.

Pero fuera del Gobierno, las voces públicas eran más severas. Ayer conocíamos un manifiesto de la XIII Asamblea Federal de IU, larga, insufrible y de sintaxis mazorral como cualquier texto del Comité Central. Antonio Maíllo y Enrique Santiago, un dirigente comunista simpatizante de las FARC, que se confesó dispuesto a hacer con la Familia Real Española lo mismo que los bolcheviques con la del zar se mostraron muy dispuestos a romper la coalición. Y miren por dónde han obligado a Sánchez a envainársela: La Moncloa ha hecho rectificar a Marlasca y le ha conminado a que rescinda el contrato de compra con la empresa israelí. Yolanda, que iba a tragar ha sacado pecho: “El Gobierno de España no hace negocios con un gobierno genocida”. Este es el síntoma más irrefutable de la decadencia de Sánchez.