ESPERANZA AGUIRRE / Presidenta del PP de Madrid
· Los partidarios de una educación monolingüe pretenden que los alumnos de esas Islas –lo quieran sus padres o no– sean educados sólo en catalán. Con el propósito de aprovechar ese monolingüismo para seguir sembrando ese rechazo a España.
La Constitución Española de 1978 reconoce a los padres el derecho de elegir la educación que quieren para sus hijos. Y uno de los grandes logros de la recuperación de la democracia en España ha sido, sin duda, el de dar la posibilidad a los padres que lo quieran de educar a sus hijos en cualquiera de las lenguas españolas que elijan.
En estos 35 años transcurridos desde la aprobación de la Constitución no he conocido ningún caso de ciudadanos españoles que no hayan podido ser escolarizados en su lenga materna… siempre que esa lengua no sea el castellano.
Porque los gobiernos de las Comunidades Autónomas con ciudadanos de lengua materna distinta del castellano han extremado la atención para que puedan ejercer en plenitud su derecho a conocerla y usarla. Esa atención de los gobiernos autonómicos me parece muy razonable, porque, además, veníamos de una situación en la que los hablantes de esas lenguas habían visto vulnerado ese derecho.
Pero esa legítima acción en favor de los derechos de los hablantes de una lengua distinta del castellano ha podido caer en dos tipos de errores.
El primero, lesionar los derechos de los ciudadanos que tienen como lengua materna el castellano. Se ha escrito mucho sobre este asunto, se ha debatido mucho, ha habido conflictos muy serios sobre esto, hay sentencias judiciales, y tengo la impresión de que todavía falta mucho para que se resuelva de manera plenamente satisfactoria para todos. Porque, si no se resuelve, el legítimo afán de proteger los derechos de unos podría vulnerar los derechos de otros.
El segundo error ha sido la utilización de la enseñanza de las lenguas distintas del castellano para sembrar sentimientos de rechazo, recelo y hasta odio hacia el resto de los españoles.
Al utilizar la lengua como arma política, algunos han llegado, incluso, a decir que las lenguas tienen derechos cuando son sólo los hablantes de las lenguas los que pueden ser detentadores de derechos.
No hace falta ser un lince para ver que esos sentimientos de rechazo hacia el resto de los españoles están en la base de los sentimientos que los políticos nacionalistas quieren cultivar para justificar sus objetivos de ruptura con el resto de España.
Como conoce perfectamente esas derivas que han ido tomando las políticas lingüísticas de los nacionalistas, el presidente de Baleares, José Ramón Bauzá, se presentó a las últimas elecciones autonómicas con un programa en el que garantizaba a los ciudadanos de las Islas la libertad de elegir la lengua en que quieren que sus hijos sean escolarizados. Con el objetivo de que, al acabar la escolarización, todos los alumnos de Baleares conozcan el castellano, el catalán y el inglés, lengua imprescindible para la vida de hoy y, especialmente, para los que viven en un lugar donde el turismo es, con mucho, la base de su economía. Y con este proyecto José Ramón Bauzá obtuvo la mayoría absoluta.
Esa ambiciosa y realista propuesta del presidente Bauzá tiene, además, el propósito de remediar los defectos del marco educativo aún vigente, el de las nefastas leyes socialistas.
Pues bien, ahora estamos viendo cómo los que quieren mantener en Baleares el monolingüismo en catalán se han lanzado, sin el menor reparo, contra este proyecto.
Porque los partidarios de una educación monolingüe pretenden que los alumnos de esas Islas –lo quieran sus padres o no– sean educados sólo en catalán (o mallorquín). Con el propósito, como ya ha ocurrido, de aprovechar ese monolingüismo para seguir sembrando ese rechazo a España. Y en este caso, además, para preconizar la anexión de las Baleares a la república independiente de Cataluña con la que sueñan.
Hasta ahí todo puede tener su lógica, la lógica de los separatistas y anexionistas catalanes, que yo, evidentemente, no comparto. Lo que resulta una vez más incomprensible es la actitud de los socialistas, que están apoyando las movilizaciones que el pancatalanismo está promoviendo contra el legítimo y democrático gobierno de José Ramón Bauzá y contra su ambiciosa política educativa.
ESPERANZA AGUIRRE / Presidenta del PP de Madrid