Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Si el tipo que sale con Ayuso burló al fisco, lo lógico es que responda al margen de ella

Echar balones fuera cuando estás acorralado por una traca de clamorosos casos de corrupción es un truco tan burdo y rudimentario, tan infantil y obvio, que invitaría a la risa si no fuera por la insólita eficacia que tiene en este país y por la peña que hace, en nuestros medios de comunicación, como que se toma esos balones en serio. Sinceramente, me asombra que haya quien te pueda hablar sin reírse de la implicación de Ayuso en el presunto fraude que pudo cometer ese buen hombre en sus declaraciones fiscales a la Agencia Tributaria. De la ley del ‘solo el sí es sí’ para mantener relaciones sexuales sin peligro de acabar en el trullo por un malentendido silencio habríamos pasado a tener que exigir la declaración de Hacienda a la persona con la que se nos ocurra ennoviarnos. Puestos a ello, podríamos pedirle también una documentación acorde con los antiguos estatutos de limpieza de sangre o al menos un certificado de penales, como se pedía para todo en la España franquista.

La publicidad que, desde el propio Gobierno, se le está dando a este asunto traído por los pelos resulta sangrante en un país en el que, si alguien es detenido por cometer un asesinato múltiple, aparece en la prensa citado por sus iniciales y en el que, si uno osa preguntar en la ventanilla de recepción de un hospital público o de una clínica privada por el número de habitación de un amigo al que desea visitar se le niega esa información en nombre de la Ley de Protección de Datos.

Si el tipo que sale con Ayuso burló al fisco, lo lógico es que responda de ello al margen de Ayuso y aunque no hubiera salido con Ayuso nunca o aunque deje de salir con Ayuso mañana. A no ser que lo que aquí se quiera fiscalizar, e incluso penalizar, sea precisamente esa relación sentimental y condenar a la presidenta madrileña al celibato mientras ostente ese cargo político.

La operación sancho-balompédica se produce en unos días en los que, no ya la novia, sino la cónyuge del presidente del Gobierno, que por cierto dirige, desde 2020 y sin titulación académica, una cátedra con sus consiguientes cursos universitarios en la Complutense, se ha visto envuelta en el ‘affaire’ de Air Europa, de la cual recibía financiación antes de que la aerolínea se beneficiara, por ruina, de los 700 millones que hemos pagado todos los españoles sin que, por pura decencia, se abstuviera de votar a favor de ese rescate el propio Sánchez.

Echar balones fuera, sí, sobre un noviazgo extemporáneo, para no hablar de lo que a todas luces es un doble conflicto presidencial y matrimonial de intereses. ¿De verdad se puede hablar en serio del novio de Ayuso? Creo que el portero de la presidenta madrileña no pagó una multa de tráfico… ¡Ahí sí que hay tomate!