Isabel San Sebastian, ABC 20/12/12
Unos agitan el trapo a la vez que se llenan el bolsillo, mientras otros pagan de su bolsillo el coste de entrar a ese trapo.
Amedida que se va destapando la gigantesca olla podrida que contiene las miserias de CiU se evidencia más el juego de sus dirigentes, consistente en utilizar la bandera como cortina de humo. Tan palmaria resulta ser la maniobra de despiste, que cuesta entender cómo es posible que tanto incauto de buena fe caiga en semejante trampa. Y sin embargo es así. Unos agitan el trapo a la vez que se llenan el bolsillo, mientras otros pagan de su bolsillo el coste de entrar a ese trapo.
Hace años que sonó en el parlamento de Cataluña la frase lapidaria de Pascual Maragall sobre el célebre «tres por ciento», correspondiente a las comisiones establecidas como «impuesto revolucionario» a cualquier transacción pactada con una administración controlada por los convergentes, aunque hasta fecha reciente no habíamos conocido el alcance real de ese escándalo. Lo bueno de la democracia, empero, es que tarde o temprano se acaba sabiendo todo. Bien es verdad que para ello son imprescindibles unos medios de comunicación libres y unos profesionales capaces de investigar hasta el fondo, cuya existencia, la de unos y otros, se está viendo seriamente amenazada por esta crisis. Pero de momento, y esperemos que durante largos años, tanto la prensa como los periodistas aún dignos de ese nombre siguen haciendo su trabajo, gracias al cual vamos sabiendo lo que esconden las consignas incendiarias de ciertos dirigentes nacionalistas: Humo, tinta de calamar destinada a oscurecer el escenario en el que llevan a cabo sus mangancias, al compás de «Els Segadors» del que se llenan la boca.
La familia Pujol vuelve a estar en el ojo del huracán, como ya ocurrió largo tiempo ha, con motivo del turbio caso conocido como Banca Catalana. Igual que hace ahora su «hereu», el «molt honorable» acusó entonces a quienes le señalaban de estar atacando a Cataluña, cuando lo que estaban haciendo esos informadores era precisamente alertar a Cataluña de que estaba siendo víctima de un atraco perpetrado desde el poder. Hoy los siete «nens» del ex presidente han crecido y, a juzgar por lo que se lee en las páginas de ABC y otros rotativos, han heredado un instinto extraordinariamente agudo para los negocios inconfesables, la acumulación de dinero y el establecimiento de lazos de complicidad sólidos con el gobierno autonómico, encarnado por un Artur Mas perfectamente al tanto de las andanzas del «niño Oriol», digamos que presuntamente y a la espera de que se confirme lo que recogen las grabaciones telefónicas que obran en poder de la juez Silvia López.
En ese contexto de degradación del ejercicio de la política, hasta el punto de convertirla en un lodazal propicio a la comisión de toda clase de vilezas destinada al enriquecimiento de unos pocos, nada como embarrar el campo apelando al tribalismo. Nada como apropiarse de la presunta «patria» y hacerse la víctima, culpando a un enemigo imaginario, en este caso España, de robar al «pueblo catalán» lo que en realidad le están robando sus propios dirigentes o los familiares de éstos. Nada como aliarse con el mismo diablo con tal de desviar la atención. Nada como embestir contra un ministro que pretende garantizar la enseñanza de las dos lenguas oficiales en la comunidad, en cumplimiento de la legalidad vigente, convirtiéndole en chivo expiatorio de todos los males imputables a la pésima gestión de los gobernantes locales… Lo que no termino de entender es por qué aceptan tantos catalanes el papel de escudos humanos.
Isabel San Sebastian, ABC 20/12/12