Barcelona, ciudad sin ley

ABC 11/11/14
RAMÓN PÉREZ-MAURA

· Quienes esperábamos una reacción de La Moncloa al día siguiente nos vimos ayer absolutamente desamparados

DODGE City, ciudad sin ley» es el gran clásico de Michael Curtiz de 1939 en el que Errol Flynn intenta imponer el orden en aquella ciudad dominada por un cacique y sus pistoleros. Me temo que no tenemos un Errol Flynn en la Barcelona del presente, pero sí me atrevo a decir que la consecuencia más relevante del pasado domingo es que Cataluña es un territorio sin ley.

Nadie lo resumió ayer mejor que mi colega Álvaro Martínez en estas páginas cuando concluía su «Batallón de los perplejos» de cada lunes con la afirmación «…así las cosas, solo el mundo taurino puede estar de enhorabuena, toda vez que, con ese nulo cumplimiento de la ley, cualquier día vuelve a haber toros en la Monumental de Barcelona».

Podría tener algo de razón Pedro Gómez de la Serna, portavoz del PP en la Comisión Constitucional del Congreso, cuando afirma que «el que tenía que haber actuado es el TC. Podría haber tomado la iniciativa para que su resolución se cumpliera» dado que hay una disposición del propio TC que le faculta para hacer cumplir sus decisiones. Pero la realidad es que el poder ejecutivo sigue estando en manos del Gobierno de la nación. Y derivar responsabilidades en un Tribunal que el propio partido del Gobierno ha conformado en su totalidad –junto con los partidos de la oposición– es demostrar cobardía ante la asunción de responsabilidades por los errores cometidos.

El pasado domingo el máximo representante del Estado en Cataluña, Artur Mas, cruzó los límites de la ley una vez más. Ya lo había hecho en el pasado incumpliendo, por ejemplo, la legislación lingüística. Pero esta vez ha hecho un desafío público al Gobierno de la nación. Y quienes esperábamos una reacción de La Moncloa al día siguiente nos vimos ayer absolutamente desamparados. En estas circunstancias hace falta algo más que remitir a los órganos jurisdiccionales –y también necesitamos a esos–. Hay que demostrar a los cuatro millones de catalanes que el domingo se quedaron en su casa y a los quizá dos millones que pudieron ir a participar en la fantochada que el Gobierno de la nación tiene una respuesta política. Como muy bien ha dicho la diputada nacional del PP y portavoz de Libres e Iguales, Cayetana Álvarez de Toledo, ayer fuimos muchos los que sentimos una «profunda sensación de desamparo ante el silencio del Gobierno de mi país». Mas cruzó la raya –otra raya más– el pasado domingo y cada día que pasa asienta la sensación de que es impune, de que no tiene que pagar por sus actos de los que se vanaglorió el domingo por la tarde. Y eso dificulta tomar ninguna medida en el futuro.

Vivimos en un tiempo en el que las películas nos inculcan un ritmo que ya no es el de «Dodge City, ciudad sin ley». Todo es mucho más rápido. Pero si al menos tuviéramos un presidente deseoso de hacer pagar a los que se ciscan en las sentencias del TC…