ABC 01/10/13
JUAN CARLOS GIRAUTA
Es preciso que el constitucionalismo ate dialécticamente al secesionismo, le obligue a dotar de significado preciso a sus eslóganes
Organizado por FAES, y dirigido por Cayetana Álvarez de Toledo, se celebró ayer en Barcelona el seminario «La UE y la identidad e integridad territorial de los Estados-miembro». Un intercambio de pareceres del máximo interés y rareza, en un contexto de difícil comprensión para el espectador ajeno a las abducciones nacionalistas: sépase que, a pesar de los reiterados pronunciamientos de las autoridades europeas, y del tenor del Tratado de la UE, la mitad de los catalanes creen todavía que una Cataluña independiente seguiría formando parte de la UE, sin solución de continuidad.
Interrogado ayer mismo al respecto en Bruselas, en el curso de su nuevo viaje trampa, el presidente de la Generalidad se resistió siquiera a contemplar la posibilidad de la salida catalana de Europa. Comprensible, porque el insoslayable futuro de aislamiento de un Estado catalán revienta sin más su entero proyecto al privarlo de dos elementos clave: el infantil entusiasmo del movimiento nacionalista-secesionista, y el marchamo europeísta del catalanismo político canónico.
Es preciso que el constitucionalismo ate dialécticamente al secesionismo, le obligue a dotar de significado preciso a sus eslóganes, le aplique el bisturí de la razón. Sólo así los costurones del proyecto de Mas quedan a la vista. Acorralados por la lógica, por la luz y por las luces, se ven en la tesitura de estirar sus mentiras hasta prometer un euro fuera del euro, un europeísmo contra Europa y una españolidad sin España (la broma de la doble nacionalidad).
El principal éxito de los nuevos románticos ha sido la imposición de sus categorías gracias a una larga y profunda hegemonía mediática, cuyo carácter asfixiante ni siquiera imagina quien no se haya enfrentado a ella. El derecho a decidir, el proceso, la internacionalización del conflicto, la centralidad del soberanismo, la recuperación de las libertades, o la tercera vía –ya en plan claudicante– , son trampas para incautos. No toquen esos cepos, salvo que sean cazadores expertos.
Sin sentimentalismos y sin cuentos: una norma o decisión política es constitucional o no lo es. No hay tercera vía. (Principio aristotélico del tercio excluso: la disyunción entre una proposición y su negación siempre es verdadera.) Si ahora evitan el derecho de autodeterminación es porque en su ejercicio no hay «sí», «no» y «quizá»; tampoco hay sí o sí; hay sí o no. Y sin mentir sobre Europa, el «no» arrasaría. Despojándolos de sus categorías, denunciando sus patrañas jurídicas y desmontando un ensueño de independencia que sólo se materializaría como pesadilla, no tendremos a Mas ni a Homs dispuestos a reconocer la verdad, porque eso es imposible, pero sí tendremos a la sociedad catalana preparada para entender las consecuencias de sus actos. Examinada con rigor, como ayer se hizo en Barcelona, la normativa europea establece un régimen anti secesión y, en su actual aventura, el nacionalismo catalán contradice los principios, valores y normas básicas de Europa.