Quienes nos manifestábamos contra ETA en las calles del País Vasco en la más absoluta soledad (entre una y dos docenas de personas o incluso menos a comienzos de los años 90), damos una importancia solo relativa al número aproximado o exacto de personas que asisten a una manifestación concreta: cuantos más seamos obviamente mejor, pero atendemos más a la calidad que a la cantidad y, sobre todo, a si la causa que se defiende es justa. Y no hay a día de hoy causa más justa en España que la defensa de la igualdad, el imperio de la ley y la democracia frente a las políticas de impunidad desplegadas o por desplegar por parte de Pedro Sánchez y acólitos: desde la supresión del delito de sedición para los sediciosos a la rebaja del delito de malversación para los corruptos, pasando por la concesión del indulto y ahora la amnistía a los dirigentes políticos catalanes responsables de la apropiación indebida de dinero público y el golpe de Estado contra la democracia española para lograr el propósito habitual de los separatistas: la ruptura del Estado y de la nación política y la consecuente extranjerización de centenares de miles de personas por razones étnicas, lingüísticas, económicas o políticas.
En este caso no fueron dos docenas de personas dignas sino una marea de decenas de miles de ciudadanos comprometidos con el Estado de Derecho, el imperio de la ley y la convivencia democrática. Y todo eso a pesar de la oposición del Gobierno de España y de sus socios pasados, presentes y futuros, esa ralea de reaccionarios, disgregadores y enemigos de la convivencia democrática. Pero ¿cómo va a ser una medida para la concordia amnistiar a quienes la rompen a diario y están comprometidos en volver a romperla?
Pero ¿cómo va a ser una medida para la concordia amnistiar a quienes la rompen a diario y están comprometidos en volver a romperla?
En este caso, la marcha (multitudinaria) fue contra la amnistía y el derecho a la autodeterminación, los dos últimos escalones que aspiran a transitar los independentistas y que deben evitarse a toda costa: porque aquella es una indecencia y esta es una gran mentira.
La amnistía es una indecencia, una inmoralidad y una injusticia porque no es sino el borrado y olvido de los delitos cometidos por quienes prometen volver a repetirlos, y todo por siete votos que le permitan a Sánchez seguir en Moncloa. Solo un irresponsable puede perpetrar semejante disparate que exonera a los delincuentes y cuestiona la Transición Democrática, la Constitución y la propia democracia española. Si a ellos les da igual, a nosotros no; por eso ahí estuvimos y vamos a seguir estando le pese a quien le pese.
El derecho a la autodeterminación, segunda exigencia de los independentistas para investir a Sánchez y mantenerlo después en el Gobierno a costa de la mayoría, no es sino una (otra) falacia: no solo no existe este supuesto derecho a decidir que ellos defienden sino que su significado es justo el contrario de lo que sus apologetas nos venden: su derecho a decidir no es otra cosa que la pretensión de impedir que ejerzamos nuestro derecho a decidir en el ámbito de nuestras competencias y como ciudadanos de un país que se llama España; porque la parte no puede decidir por el todo y porque el derecho a decidir nos corresponde al conjunto de los ciudadanos españoles, residamos en el Puerto de Santa María, Hernani o Barcelona: en cualquier punto de la nación política de ciudadanos libres e igualmente tratados que defendemos, frente a la división, el enfrentamiento y el privilegio de los Otegi, Rufián y Puigdemont… y sus tontos útiles indispensables.
Miles y miles de ciudadanos libres, distintos o parecidos, de una ideología o de la contraria, de izquierdas o de derechas, de centro o mediopensionistas, liberales, socioliberales o socialdemócratas, tan de extrema derecha como lo era el PSOE antes de traicionarnos y cambiar de bando: en definitiva, gente decente y comprometida con nuestro Estado de Derecho, el imperio de la ley y nuestra democracia.
Aunque traten de invisibilizarnos o nos insulten, existimos y nos paseamos a cuerpo. Y no solo somos dignos y estamos comprometidos con España, sino que además tenemos la razón y somos una inmensa mayoría. Ni amnistía ni derecho a la autodeterminación. No en nuestro nombre.
Gorka Maneiro, exdiputado en el Parlamento Vasco y analista político.