EL CORREO 02/09/14
· La presidenta foralista se lanza a nueve meses de precampaña consciente de que, por primera vez, todo parece posible en el ‘viejo reyno’
Mientras la Euskadi política comenzó ayer mismo a desperezarse lentamente tras un largo y bastante plácido verano –basta con echar la vista atrás y comparar–, en Navarra ya se ha dado el pistoletazo de salida para las elecciones locales y autonómicas de mayo de 2015. Unos comicios en los que se renovarán los ayuntamientos y se elegirá al nuevo Parlamento foral que será el encargado de elegir al próximo Gobierno del ‘viejo reyno’.
Fue la presidenta de la comunidad y líder de UPN, Yolanda Barcina, quien dio el banderazo de salida el pasado fin de semana en Cadreita, en plena Ribera navarra. Había pocas dudas y los pronosticadores no erraron esta vez: la dirigente foralista confirmó que repetirá como cabeza de lista de la formación navarrista, en un momento especialmente delicado tanto para ella como para su partido.
Tras la cascada de acontecimientos vividos en los últimos años en la comunidad foral –el escándalo de las dietas de Caja Navarra; la desaparición de la entidad, adquirida a precio de saldo por La Caixa; la ruptura del eje UPN-PSE; y la esperpéntica moción de censura contra Barcina promovida por el PSN-PSOE y abortada ¡por Rubalcaba!– el descrédito se ha apoderado de la vida pública en Navarra en un grado todavía superior al del resto de España. Resultado: por primera vez no está nada, absolutamente nada claro quién regirá los destinos del territorio a partir de mayo.
Sin ninguna opción de que se reedite el entendimiento UPN-PSN, gran ‘culpable’ de que el nacionalismo vasco no haya logrado catar poder en el ‘viejo reyno’ en treinta y cinco años de democracia –con la excepción de los nueve meses que permaneció en el cargo un consejero de EA en el tripartito del socialista Otano en los 90– y con hasta ocho partidos y coaliciones con opciones de estar en el nuevo Parlamento, todas las posibilidades parecen abiertas.
UPN, que lleva dos décadas consecutivas al frente del Gobierno foral, sabe que sus opciones de encontrar aliados se limitan al PP, si finalmente opta por concurrir, y a UPyD. Por ello mantenerse en el poder pasa por convencer al mayor número posible de navarros de derechas, de centro y hasta de centroizquierda de que o votan a UPN o el nacionalismo vasco puede sentar sus reales en el Palacio de la Diputación, con posibilidades –si los números les cuadran– de poner en marcha el procedimiento legal para la incorporación de Navarra a Euskadi, que se regula en la controvertida disposición transitoria cuarta de la Constitución: decisión del Parlamento foral y ratificación en referéndum.
La promesa de Rajoy
Rajoy prometió en la campaña de las generales de 2011 suprimir este precepto y dejar cerrada la puerta a la aspiración abertzale si se abría el melón de la Constitución. No ha ocurrido y no ha movido ficha.
Barcina ha arrancado la carrera hacia las urnas con idéntica exigencia. Algo nada extraño si tenemos en cuenta que UPN nació del desacuerdo de varios dirigentes de la UCD con la decisión de Suárez de incorporar la transitoria a la Carta Magna como concesión al PNV para que apoyara la Constitución, cosa que no logró. Y consciente de que puede ser un buen enganche para convertir los comicios en un cara a cara entre su oferta navarrista y la del nacionalismo vasco, que concurrirá en dos planchas: EH Bildu y Geroa Bai, la coalición de Uxue Barkos en la que se cobija el PNV.
Las europeas supusieron un evidente frenazo a los sueños abertzales en Navarra. Solo lograron el 22,62% de los sufragios. Claro que no concurrió la coalición de Barkos, como tampoco lo hizo UPN. En mayo estarán y será diferente. La encarnizada batalla acaba de empezar.