Juan Pablo Colmenarejo-Vozpópuli
- En Madrid se ha hecho compatible aquello que no se puede disociar: sin salud no hay economía, y también viceversa
No han votado a Ayuso solo los que se toman “la caña y los berberechos” como dice la vicepresidenta Calvo. A Ayuso no le han dado su apoyo solo por sentarse en una terraza a hablar de los “ex” o de lo que se tercie con un tercio en la mano. Desde la impostada superioridad moral, Calvo -no es el único caso- echa la bronca a los votantes por el resultado de Madrid y elabora un discurso propio de quien no sabe qué decir en vez de tolerar la frustración por la derrota. Pensando en la próxima vez, lo empeora todavía más. O no se han enterado o disimulan. Hay una cadena de montaje de cientos de kilómetros. Familias enteras que viven de lo que pasa en los bares y restaurantes. Proveedores que descargan sus camiones y furgonetas puerta a puerta. Y también sus familias. Mayoristas del Merca de Madrid que cuando vieron aparecer a Ayuso solo les faltó organizar una verbena. También tienen familias. Explotaciones agrícolas y ganaderas, industrias pequeñas, medianas y grandes, hasta el del papel higiénico y la servilleta de usar y tirar. Y por supuesto, con familias. De todo Madrid, norte, sur, este y oeste.
No han votado a Ayuso solo los tabernarios de Tezanos. Desde hacía meses se veía (¡al fondo que hay sitio!) en las tabernas abiertas de par en par, hiperventiladas. La convocatoria electoral le puso fecha a una decisión tomada. Se iba a votar abierto o cerrado. Entre se fía usted de mí o no. Responsabilidad individual o intervencionismo paternalista. La economía de contacto ha sobrevivido en Madrid por una decisión política. Ninguno de los candidatos de la izquierda se atrevió a decir que los bares deberían haber estado cerrados. Se veía venir. Bastaba poner la oreja en la vía para confirmar que venía un tren a toda mecha.
Al fondo hay sitio
De los errores se aprende, o no. A pesar del manojo de votos que les ha caído encima, erre que erre, sin apearse de su yerro al no asumir lo sucedido. Desde la atalaya de Moncloa la vida puede ser maravillosa. No se creen lo que les ha pasado. Ayuso no ha practicado el “trumpismo” ofreciendo soluciones fáciles a problemas complejos, es decir practicando un populismo de garrafón. Sus decisiones han sido arriesgadas, difíciles y contra corriente del resto de autonomías y de su partido. Lo fácil no es abrir un bar sino tener claro por qué se hace. Así lo han entendido los votantes, incluidas las cien mil personas que en 2019 apoyaron a Sánchez en las generales. Como dice Ignacio Camacho, Ayuso ha inventado el “liberalismo de terraza”. Y de propina, se ha puesto a captar votos, reconstruyendo el centro-derecha terraza a terraza. En Madrid se ha hecho compatible aquello que no se puede disociar: sin salud no hay economía, y también viceversa. Nadie tiene una bola de cristal como para asegurar que el voto recibido por el PP se convierta en fiel y permanente.
Sin tiempo para cambiar al candidato, el gurú Redondo fusionó al PP con Vox para crear el marco mental del peligro de la ultraderecha. Otro pinchazo en el hueso del especialista en finales
Para desandar el camino, Sánchez necesita examen de conciencia y propósito de la enmienda. Demasiado para quien digiere mal. Basta con escuchar a la vicepresidenta Calvo seguir con el fracasado marco mental del fascismo después de la libre expresión de las urnas. El gurú de la Moncloa se equivocó (mucho) al diseñar para su jefe echar al señor del Murcia y anular al PP, en efecto dominó, como alternativa tras una cadena de mociones de censura que terminaba en Madrid usando a Ciudadanos, al vicepresidente Aguado como puntillero. Bien al contrario, Redondo y su batallón de asesores ha reanimado al adversario. Una vez convocadas las elecciones del 4-M, otra maniobra. Sin tiempo para cambiar al candidato, el gurú fusionó al PP con Vox para crear el marco mental del peligro de la ultraderecha. Otro pinchazo en el hueso del especialista en finales. Y Tezanos enredando con los números y haciendo de una institución del Estado su patio particular.
El alboroto de Murcia
Ni la democracia corría peligro ni tampoco la amenaza fascista tomaba posiciones a las puertas. El resultado de Madrid hará argamasa para la reconstrucción del centro derecha. Justo lo que Sánchez no quería. Tiene al PP en el sitio no previsto y con una mayoría en Madrid que para la práctica es absoluta. Vox se juega no equivocarse tras comprobar que tiene un suelo duro, pero con techo bajo. El precedente de Ciudadanos sugiere actuar con cautela para no quedarse sin votantes. El gurú Redondo organizó un alboroto en Murcia desde su despacho, sin darse antes un paseo por el Madrid de las tabernas. No había que ser un zahorí para encontrar las bolsas de votantes por el Metro de Madrid. Las elecciones en Madrid han sido medicina y horma de zapato. Queda borrado el tiempo en el que Sánchez se veía plácido en la Moncloa hasta 2031. En político, como en casi todo, hay que coser hilando fino, para luego cantar, con el tono adecuado, aquella copla tan tabernaria de Gabinete Caligari: “Bares, qué lugares/ tan gratos para conversar/ no hay como el calor del un amor en un bar”.