Jon Juaristi-ABC

  • España está hoy más lejos que nunca de la utopía que Pío Baroja propuso hace un siglo, cuando él entraba en la cincuentena

Este año que empieza se celebrará (o no) el centenario y medio del nacimiento, el 28 de diciembre de 1872, de Pío Baroja y Nessi, escritor.

Pío Baroja tiene calles en muchas ciudades y pueblos de España, y monumentos (sobre todo, bustos) en rincones insospechados de Aranda de Duero o de Irún, por ejemplo, donde se le representa con boina, sombrero o calvo a secas (el de Vera de Bidasoa consiste en una estela funeraria con esvástica lobulada de lo más tópico, por la que alguien debió de cobrar un pastón). Pero ningún ayuntamiento lo ha nombrado hijo predilecto, ni el de San Sebastián de las Reinas ni el de Madrid, ni el de Pamplona ni el de Vera, que son los que más motivo tendrían, porque figuró en sus padrones.

El de Madrid, siendo alcalde Tierno Galván, nombró de una tacada hijos predilectos de la Villa a Cela, Moreno Torroba y Julio Caro Baroja, el 28 de mayo de 1982. Tanto Cela como Caro Baroja (sobra decirlo) fueron barojianos acérrimos, y si a la mayoría edilicia no se le ocurrió que podía haber aprovechado la ocasión para hacer el mismo honor a don Pío, aunque sólo fuera por haberse conmemorado -que no celebrado- el año anterior el vigésimo quinto aniversario de su muerte, fue porque los socialistas seguían considerando al novelista vasco su enemigo, como lo había tenido por tal Pablo Iglesias (Posse), según Baroja no dejó de anotar en ‘Juventud, egolatría’ (1917). Baroja cayó mal a todos los sectarios de derecha y de izquierda, pero, sobre todo, a estos últimos.

También este año que empieza se cumplirá el centenario de una de las grandes novelas de Baroja, ‘La leyenda de Jaun de Alzate’ (1922), fantasía medievalizante escrita en clave pseudoteatral. Consistía ante todo en una réplica liberal a la farragosa ‘Amaya o los vascos en el siglo VIII’ (1879), de Francisco Navarro Villoslada, folletín del carlismo derrotado y resentido en el que se incubó el pensamiento -por llamarlo de alguna forma- de Sabino Arana. Los hermanos Caro Baroja (Julio y Pío) escribieron en la solapa de la edición de 1986 de dicha leyenda barojiana que, en ella, a la que calificaban nada exageradamente de ‘poema en prosa’, «se expresa el ideal vasquista de su autor, frente a otros más conocidos y de contenido ideológico y político opuesto. Baroja piensa que se puede ser vasco neto sin ser carlista ni nacionalista, ni siquiera cristiano. Es Jaun el representante de una postura difícil, especial, en que se conjugan la limitación y la libertad, la falta de prejuicios dentro de un mundo pequeño y el ansia de saber, sin doblegarse ante los grandes dogmas y sistemas. He aquí el mundo ideal de Baroja (o sea, de Jaun)». Y, claro, así no te harían en 1982 ni hoy mismo hijo predilecto de municipio alguno, llámese el alcalde Tierno o Almeida y mande la izquierda o la derecha. España está hoy más lejos que nunca de la utopía barojiana, la de un país «sin frailes, sin moscas y sin carabineros». Feliz año.