JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 20/05/17
· El problema más grave de la España de nuestros días es el hecho de que la mitad del electorado vote a partidos que tienen alergia a la nación española.
La izquierda española no tiene cura. Cualquier argumento es inútil contra sus dogmas de fe, incluidos los adoptados por contagio de otras opciones políticas teóricamente opuestas. El principal de ellos, obviamente, es la hispanofobia que tanta complicidad le hace tener con los separatistas. Probablemente éste sea el problema más grave de la España de nuestros días: el hecho de que la mitad del electorado vote a partidos que tienen alergia a la nación que aspiran a gobernar.
La manifestación más suave de este contagio es la moda federalista a la que se han apuntado incluso los izquierdistas que todavía se atreven a declararse opuestos a los separatistas. Porque, a pesar de esta oposición, siempre les queda, quizá como acto reflejo, la reivindicación de una mayor descentralización para demostrar que son progresistas y en absoluto partidarios de un centralismo al que identifican con Franco.
Pero tendrían que empezar demostrando por qué la descentralización es progresista y la centralización reaccionaria. Y por qué la descentralización es más eficaz, justa, económica y limpia que la centralización, ardua tarea en una España que sufre desde hace cuarenta años un sistema de modélica ineficacia, injusticia, carestía y corrupción. Y por qué no es suficiente con una lógica descentralización administrativa y se necesitan diecisiete poderes legislativos, superfluos y carísimos. Por no hablar de su utilización por los separatistas para dinamitar el Estado desde dentro.
Por otro lado, si tanto les gusta lo federal y lo descentralizado, ¿acaso el Estado de las Autonomías no es un estado federal con otro nombre? ¿Acaso consideran que una mayor federalización –es decir, descentralización– iba a sanar los problemas de España? ¿Tan positiva les ha parecido la experiencia que quieren intensificarla?
Yendo al origen, federar significa unir lo desunido, no desunir lo unido. Bastaría para comprenderlo un levísimo vistazo a la historia: el paulatino proceso de integración de los cantones suizos, la alianza entre las colonias norteamericanas, la unificación de los estados alemanes, etc. Ortega lo explicó con claridad durante el debate constitucional de la Segunda República:
Dislocando nuestra compacta soberanía fuéramos caso único en la historia contemporánea. Un estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión.
Ya lo había explicado Unamuno algunos años antes, en 1919, con palabras a las que deberían prestar atención los españoles de un siglo más tarde:
España se disuelve, y se disuelve por falta de un ideal colectivo español, de la conciencia de una misión común española en la historia. ¿La creará el federalismo? Todo lo contrario. Con ese grupito de parlamentillos, de pequeños parlamentos regionales –o nacionales, nos es igual– sobre los que haya una especie de Reichstag, de Dieta del Estado español, no se corregirá ninguno de nuestros males, sino que se agravarán más bien. Y si no, al tiempo.
Pero hay otro problema, terminológico en este caso, que también debería ser atendido por nuestros adoradores izquierdistas del federalismo. Pues un estado federal supone la articulación en unidades denominadas estados, pero no la existencia de varias naciones. En un estado federal podrá haber varios estados, pero sólo una nación. En USA, por ejemplo, con cincuenta estados, a nadie se le ocurre cuestionar la existencia de la nación estadounidense y afirmar la de las naciones oregoniana o massachusettense. ¿Les preguntamos a los habitantes de los estados de Sajonia y Renania si pertenecen a las naciones sajona y renana en vez de a la alemana? La federalización consiste en preguntarse si a una nación le conviene o no organizarse en estados federados. Pero lo que se preguntan nuestros separatistas y sus lacayos federalistas es exactamente lo contrario: cómo separar a las naciones englobadas en la estructura supranacional llamada Estado español. Pues para nuestros separatistas e imitadores, ignorantes del más elemental vocabulario de derecho político, la palabra estado presupone y exige la existencia de una nación.
Finalmente, los hinchas del federalismo sostienen que con la conversión de España en un estado federal el separatismo desaparecerá. ¿De verdad creen que el separatismo es un problema de técnica administrativa? ¿A quién quieren engañar? ¿A los separatistas? ¿A los votantes de izquierda? ¿A ellos mismos?
Para no cansar, limitémonos a recordar lo que explicó el esquerrista Joan Tardà a la revista Jot Down el pasado mes de octubre. En ella declaró que «Zapatero fue una gran oportunidad perdida». ¿Por qué? Éstas son las palabras de Tardà:
En 2003 hicimos los tripartitos para normalizar el independentismo y fue un éxito. El 2004 hicimos la investidura de Zapatero porque decíamos lo siguiente: Como los independentistas sólo somos el 12% y, aunque no nos guste, tenemos que sacrificar una generación, y que no sean dos, vamos a hacer con la izquierda española una parte del viaje hasta la estación federal. Cuando lleguemos al estado federal español la izquierda española bajará del tren y nosotros continuaremos hasta la estación final, que es la república de Cataluña.
¿No se cansarán nunca nuestros federalistas de hacer de mamporreros de los separatistas?