TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL, ABC 23/08/13
· La eurodiputada sostiene que el fracaso del pueblo vasco se llama ETA y no se puede pasar página.
· Contra la manipulación «Las víctimas de ETA no pueden seguir leyendo ese libro que a diario escriben Bildu, Sortu, PNV…»
El libro de la más que cruel historia de ETA no tiene escrito el desenlace y somos muchísimos los que nos negamos a que ese final sea deshonroso, no solo para las víctimas, sino para la mayoría de los españoles. Por eso no queremos pasar página, como piden quienes lo hacen como si de una aburrida novela se tratase. Desgraciadamente, el argumento es trágico y ya quisiéramos que nunca se hubiera escrito, pero los personajes son reales, la sangre derramada es auténtica y el dolor es tan verdadero que no nos pueden pedir que lo olvidemos para escribir un final más llevadero.
Los pueblos han de cargar con sus glorias y con sus derrotas. Y el fracaso del pueblo vasco se llama ETA. Si no, es imposible entender que sus héroes lo sean en la medida que están emparentados con el terrorismo. Los terroristas son continuamente homenajeados y sus familiares, elegidos como honrosos representantes de las fiestas de sus ciudades y pueblos. ¿A ustedes esto les parece sano? A mí no. A mí me repugna ver que a pesar de la prohibición de que una defensora de ETA fuese «txupinera» de las fiestas de Bilbao, gracias a que el delegado del Gobierno Carlos Urquijo recurrió el indigno nombramiento, la candidata prohibida se ha saltado la legalidad y ha ejercido como tal con discursos, uniforme de protagonista y demás parafernalia. Y eso es posible porque no sólo las autoridades locales y regionales lo permiten a pesar de que los jueces lo prohíban, sino –lo que es más triste– porque el pueblo lo acepta y presume de saltarse la legalidad. Y a quienes se permiten discrepar se les señala peligrosamente como aquellos que no comulgan con los nuevos tiempos.
Los que nos atrevemos a alzar la voz somos los aguafiestas que ponemos palos en las ruedas del carro de la paz. ¡Claro que ponemos piedras en ese camino hacia esa tierra prometida solo para los que cerraron y cierran los ojos ante el terrorismo! Porque no queremos llegar a ese lugar que no nos pertenece, y aunque sepamos que es inevitable, visto lo visto, mientras más tarde se alcance ese falso paraíso mejor será.
Que en su arenga la heroína de la Semana Grande de Bilbao hable de pasar página, con ese desprecio absoluto por el daño causado, como si los asesinados fueran personajes menores de la trama y los únicos importantes fueran los valerosos pistoleros, es inadmisible. La pena es que esos a los que esta señora defiende por las calles de Bilbao no son valientes luchadores, sino tipos cobardes que, fuera de esa tierra que inexplicablemente los protege, estarían condenados al olvido eterno y al más profundo desprecio.
Por eso las víctimas de ETA no pueden seguir leyendo ese libro que a diario escriben Bildu, Sortu, PNV y todos aquellos que con siglas o sin ellas se suben al carro del infame olvido. O mejor dicho, de la injusta mentira. No podemos pasar página porque no hay una sola verdad en el relato nacionalista, que ha sido el causante de tanto dolor.
Este silencio de los tiros y bombas de ETA no nos ha traído ese tiempo nuevo que todos hubiéramos deseado, sino que nos ofrece predicadores que defienden a los terroristas. Pero ¿cómo tienen el valor de pedirnos que aceptemos lo inaceptable en nombre de la convivencia? ¿La convivencia de quién? ¿De los asesinos con sus familias y sus cómplices que pasean respirando un aire limpio que no merecen respirar? ¿La convivencia de los políticos que traducen en votos la camaradería con quienes han colaborado y apoyado ese universo de terror disfrazado de patriotismo? Antes de convivir con toda esa basura moral, me hago ermitaña. Y seguro que son muchos los que se unen a mi retiro de dignidad.
Ya sé que poco podemos hacer para cambiar las almas de quienes creen tener razón cuando dicen que hay que pasar página en la historia de ETA, porque ellos no tienen interés en leer lo que es auténtico simplemente porque la verdad duele como esa muerte que no quieren afrontar. Por eso se inventan «txupineras» que les dicen lo que quieren oír y partidos que se agarran a un pasado histórico cargado de soberbia y necedad. Y políticos que defienden lo que un niño sabe que no se puede defender, a no ser que en las escuelas hechas a medida para esa sociedad indecente les preparen para ser comparsas de las fiestas de esa fantasía nacionalista irresponsable.
Me niego a dejarme arrastrar por esa peligrosa corriente de quienes pretenden representar esos nuevos vientos sin haber respirado en su vida el verdadero aire de la libertad.
TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL, ABC 23/08/13