Tanto la ilegalización como la amenaza de Aralar van a poner a los dirigentes de Batasuna entre la espada y la pared, entre la necesidad de conservar el apoyo social –para lo que tendrán que marcar distancias con ETA– o la de quedarse con los brazos cruzados frente a la banda y convertirse en sujetos pasivos de la deriva abertzale.
La izquierda abertzale apuntó ayer en su cuenta electoral cien mil votos nulos conseguidos con las papeletas de D3M que, de ser válidos, les hubieran reportado siete escaños y hubieran representado un 5,38% de representación. Cuentas en el aire que representan la fidelidad de un sector todavía importante, pero que empieza a verse erosionado.
Cien mil votantes son una cifra relevante en el País Vasco que demuestra la resistencia de una parte significativa de la sociedad a desmarcarse de ETA, pero ya no son tantos como eran en el pasado. Hace siete años, en las municipales de 2003, la izquierda abertzale también pidió el voto nulo y sumó el 10% de los sufragios emitidos. En las autonómicas de 2005, el PCTV-EHAK sumó 150.000 votos. Perder un tercio de los sufragios en cuatro años es un retroceso significativo. Lo peor no sólo es eso, lo peor viene ahora cuando los antiguos dirigentes de Batasuna vean cada día que están fuera de los foros institucionales, fuera de donde se toman las decisiones y sin capacidad para condicionar ninguna política.
El perfil público de Batasuna, sin ninguna tribuna oficial en la que poder tomar la palabra, se va a reducir todavía más de lo que se ha reducido en estos últimos años.
Además, la izquierda abertzale tradicional se enfrenta ahora a una amenaza por el crecimiento de Aralar, el peor enemigo de Batasuna. En el País Vasco no ha pasado todavía lo de Navarra, comunidad en la que el entorno político de ETA fue siempre la representación mayoritaria del nacionalismo hasta que apareció Nafarroa Bai -con Aralar como fuerza central- y arrinconó a Batasuna. Pero los resultados de ayer podrían sentar las bases para que el partido de Patxi Zabaleta avanzara en la misma dirección que en Navarra.
El ascenso de Aralar supone una presión importante para Batasuna cuyos líderes, además de ver cómo se erosiona su base social y cómo disminuye su protagonismo político, se van a encontrar con unos competidores dispuestos a jugar en su propio terreno, pero sin dar cobertura a la violencia.
Los dos fenómenos, la ilegalización y la amenaza de Aralar, van a ser factores que pondrán a los dirigentes de Batasuna entre la espada y la pared, entre la necesidad de conservar ese apoyo social que todavía tienen y para ello tendrán que marcar distancias con ETA, o la de quedarse con los brazos cruzados frente a los jefes de la banda terrorista y convertirse en sujetos pasivos de la deriva de la izquierda abertzale.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 2/3/2009