CHAPU APAOLAZA-ABC

  • De pronto, es la nueva heroína del sanchismo, una santa súbita, y Sánchez la saca en procesión a pedir el milagrillo del domingo como a la Virgen del Carmen, quizás la del Patrocinio. Le gritan su nombre y ruge la caldera con el ímpetu de dos mil Marisú

Begoña Gómez se apareció en el mitin del PSOE con esa sonrisa hierática de gato de Alicia del África Center. Tan atlética, tan guapa, tan quieta y tan muda también, tan a la izquierda de un victorioso Pedro Sánchez, me estaba recordando a aquellas azafatas del Tour que abrazaban al ganador de la etapa del día. La luz de Benalmádena también concede a la aparición de la mujer del presidente en campaña la ligereza de aquellos programillas del verano que llamaban «refrescantes» y consistían en una fiesta con titis en biquini.

De pronto, Begoña es la nueva heroína del sanchismo, una santa súbita y Sánchez la saca en procesión a pedir el milagrillo del domingo como a la Virgen del Carmen, quizás la del Patrocinio. Le gritan «¡Be-go-ña, Be-go-ña!» y ruge la caldera con el ímpetu de dos mil Marisú, la ministra de Hacienda que parece que lleva un Bernabéu dentro. La aclaman, vaya, y la llevan a hombros al hotel como a José Antonio Morante de la Puebla cuando cortó el rabo de Sevilla y una multitud cruzaba Sevilla con el torero en volandas y derribaban las motos sobre las aceras por las prisas y el tumulto.

El presidente saca a su mujer a pasear, y la exhibe en silencio. Porque Begoña no habla y se expresa por ella Sánchez en un ‘Begoña y yo’, que es una machirulada fundacional como de esos hombres que en los restaurantes piden por sus señoras o deciden su voto, y ellas sonríen a su lado, en silencio. Digo yo que tendrá boca para defenderse y que no necesitará los brazos del príncipe azul eléctrico. ¿acaso no podría haber escrito al menos una de las dos cartas?

MARICHULADA

El presidente saca a su mujer a pasear, y la exhibe en silencio. Porque Begoña no habla y se expresa por ella Sánchez en un ‘Begoña y yo’

Acercándose el verano y a un mes de los sanfermines, uno tiende a desentenderse de las cosas de mi Españita y ya mira lo de Sánchez con una atención de entomólogo cuando observa el hormiguero y se entretiene en detectar patrones pédricos en las cosas, por ejemplo, la inversión de la culpa por la cual se santifica a los malos siempre que apoyen al Gobierno. La sacralización de Nuestra Señora de Moncloa sucede a la santificación de la izquierda de la izquierda, de los líderes del procès –el frailón Junqueras, qué bueno era– y hasta de la izquierda abertzale, cuyo movimiento dejó 850 muertos y ahora van por ahí dando sermones. La vergüenza de que imputen a la mujer de Sánchez por presunta corrupción convierte a Begoña Gómez en una suerte de orgullo para él. Debiéramos entender que el hecho de que un juez avalado por una audiencia y la fiscalía europea investiguen a su mujer por favorecer contratos de amiguetes, ascender a una cátedra retorciendo las reglas, pegar sablazos a las empresas, algunas de ellas participadas por el Estado cuyo Gobierno preside su marido, son razones de más para votarle.

Entender que los jueces persiguen a su mujer por corrupción es un motivo para depositar nuestra confianza en su partido y estamos ante la muestra de cómo el populismo corrompe la brújula moral de los países. No es que no importe lo que se ha hecho mal; es que lo consideran una razón para presumir. El sanchismo redondea su condición de acción villana en cuanto alardea de sus mayores fechorías y más grande la hace, más saca pecho, con perdón.