LUIS VENTOSO-EL ESPAÑOL
  • Entendemos el nerviosismo por el caso de su mujer, por el caso PSOE y por las amenazas de Puigdemont. Pero debería serenarse un poco
Ya sabemos que ahora mismo está usted más nervioso que la corriente eléctrica que recorre la guitarra de Angus Young y más cabreado que Godzilla en su lucha contra King Kong.
Ya sabemos que duerme a trompicones, agobiado por la borrasca que tiene encima, y que gasta un humor volátil, que trae de cabeza al ejército de fontaneros monclovitas y a sus fámulos y fámulas de Ferraz.
Ya entendemos que su situación le supone una enorme angustia, con tres frentes abiertos de manera simultánea que podrían dejarlo sin su empleo. El primero es su mujer, por supuesto, convertida en estrella internacional por un caso de corrupción de manual. El segundo es el caso PSOE, con su partido enfangado en un oprobiosa trama de mordidas a costa del material sanitario de una pandemia (y eso que no acaban de entregar el grueso de las grabaciones policiales, tal vez a la espera de que pasen las europeas).
El tercer frente amenaza directamente lo que más quiere usted en este mundo, «Mi Tesoro», el colchón en la Moncloa, que baila en el alambre por el descabellado pulso que le está echando Puigdemont. El fugitivo errante puede dejarlo caer como fruta madura si no lo hace presidente de Cataluña a pesar de haber quedado de segundo en las urnas (es decir, le exige gobernar sin haber ganado las elecciones, lo que la Ciencia Politológica conoce ya como «hacer un Sánchez»).
Amenazado por ese triple embolado arrastra usted un mosqueo cósmico. Lógico. Pero aún así, debería serenarse para no pasar de la ira privada a la sandez pública. Acusar a Milei de atacar «la democracia española» porque en una frase volandera ha señalado a su mujer como «corrupta» supone un insulto a la inteligencia de los españoles, un bromazo. ¿Cómo puede equiparar a Begoña Gómez con la nación española? ¿En qué limbo ególatra levita usted para soltar tan pretencioso desatino? Su mujer, aunque tenga el inmenso privilegio de vivir a la vera del faro progresista del orbe, es una particular. Su esposa no ocupa ningún cargo público, no es ninguna institución del Estado, no ha sido elegida por nadie (salvo por usted) y no estaría bajo los focos si hubiese sido más pulcra en sus actividades y menos prima donna, siempre ávida de pasearse por ahí con ínfulas de primera dama, cuando ese rol no existe en nuestro ordenamiento.
Otro bromazo es que se nos presente en plan víctima desolada ante la invectiva de Milei, cuando en su trayectoria se ha distinguido usted por un gusto compulsivo por ofender a sus adversarios. Aparecía este lunes con la teatral carita compungida que descubrimos en aquellos insufribles Aló presidente de la pandemia. Ojillos de cordero degollado, voz queda de cervatillo herido por el curare de «la derecha y la ultraderecha»… Usted, que insulta a los que no comparten sus ideas («la fachosfera»). Usted, que vino a llamar nazi en el Parlamento Europeo al alemán Manfred Weber, el líder de los populares. Usted, que aboga por levantar «un muro» que aísle a la derecha. Usted, que llamó indecente a Rajoy en un debate. Usted, que difamó al hermano de Ayuso en una rueda de prensa en Marruecos. Usted, que falta al respeto hasta en lo más nimio, como ha hecho con los que no comparten su aprecio por el bodrio eurovisivo «Zorra». Usted, que es el presidente más divisivo, bronco e hiriente que hemos tenido.
Por favor, tome aire, céntrese un poquito, y deje de jugar con su petulante escudero Albares a Mortadelo y Filemón Diplomáticos en Acción . El doctor Johnson solía comentar a sus compinches de francachela tabernaria en Fleet Street que «la felicidad nunca es completa hasta que se unen virtud y capacidad». Y es de temer que a ustedes les faltan ambas.