Teodoro León Gross-ABC

  • A partir de ahí, el sanchismo se lanza a un rally de degradación democrática que se prolonga hasta ahora

Cuando Sánchez suspendió cinco días la presidencia del Gobierno, con empleo y sueldo, sabía que su mujer era investigada por la Justicia desde una semana antes. Esa fue la causa. Sostenía que esto era un ataque gravísimo, sin precedentes, y necesitaba reflexionar junto a ella. Siempre se podrá especular sobre la verdadera razón: tomarse cinco días para calcular si los indicios eran irreparables; calcular si podían defenderse mejor desde dentro o saltando por la borda; asegurarse la fidelidad perruna del partido sin disidencias, como de hecho sucedió, imponiendo una sumisión ciega al Amado Líder… Sólo Sánchez podría contar la verdad, pero no tiene costumbre. Hay, no obstante, algo seguro: a partir de ahí, el sanchismo se lanza a un rally de degradación que se prolonga hasta ahora y continuará hasta el final de la legislatura. Aunque la amnistía constituyese el pecado original, es ahí cuando comienza a desmoronarse.

Tras la primera noticia sobre Begoña Gómez, publicada el 29 de febrero, no tardó ni quince días el PSOE en dar con el caso del novio de Ayuso y contraatacar. Ese gambito se llevó ‘p’alante’, irreparablemente, el prestigio de la Fiscalía. Don Alvarone había sacado a un fiscal del fútbol para difundir información confidencial y disputar ‘el relato’ al PP, anteponiendo su servilismo político a su deber. El ministro 23 del Gobierno, ahora a la espera de sentencia, quizá pueda escapar a los indicios penales pero no a las evidencias de su maniobrerismo politiquero. Poco después de la imputación y de los cinco días de Sánchez, aparece la fontanera. Todavía es abril de 2024. En la primera reunión están el secretario de Organización, alto mando de Ferraz, y también un hombre del presidente llegado de Moncloa. La orden para Leire Díez es de Sánchez, así lo admitirán expresamente, y consiste en «limpiar todo». Se lanzan a sobornar fiscales y a explorar cómo desacreditar a mandos de la UCO. En paralelo comienzan los ataques contra el juez del caso, incesantes desde entonces, al que acusan de ‘lawfare’… y Sánchez a la vez pone al periodismo en el foco, con la salmodia de la ‘máquina del fango’. No falta un ítem del manual del autócrata en el siglo XXI, descrito por Gideon Rachman. Todo esto se desata muy rápidamente, en muy pocos días.

A estas alturas se habla de una ‘trama PSOE’. No ya caso Koldo o Cerdán, con su red corrupta del 2 por ciento. Se investigan las cuentas del partido, bajo sospecha de irregularidades, después de que hayan caído los dos hombres fuertes del sanchismo en Ferraz. A ellos se les investiga en el Tribunal Supremo, como al fiscal general; en la Audiencia Nacional se indaga la financiación; en los juzgados de la plaza de Castilla, a la fontanera y otros escándalos… pero lo que desató el pánico, y hasta podría entrañar una cierta épica sentimental, fue la imputación de su mujer. Ahí comenzó a desmoronarse el sanchismo. Ella era la clave de bóveda para las demás dovelas. Ahí estuvo el epicentro del hundimiento.