Vuelve el fantasma de la «reconversión» del entorno de ETA, ahora de la mano de Jesús Eguiguren. José Antonio Pastor dice que, si ETA está en las últimas, lo mejor que se puede hacer es dejar que se extinga, sin volver a darle oxígeno. Suena a aviso para navegantes y a realismo, después de todos los cantos de sirena desde que se iniciara la ‘disidencia’, hace años.
Se trata tan sólo de un espejismo. Pero la sensación de que España no va a poder hacer frente a sus compromisos económicos con Europa resulta tan asfixiante que la ciudadanía necesita una válvula de escape. Un entretenimiento. Un momento de ‘enajenación transitoria’ sin mayores consecuencias que quedarse pegado al televisor . Permanecer atento a la jugada. Sin más. Y el fútbol se ha hecho carne en nuestras vidas en el momento más oportuno. Al Gobierno, de paso, le viene de perlas mientras el presidente Zapatero observa el reloj que le marca las 48 horas que tiene de plazo para lograr un acuerdo parlamentario antes de que el miércoles nos sirva el decreto de la reforma laboral. Y los sufridos contribuyentes, incluso los que no están afectados por la ‘futbolitis’, desvían su atención, aunque no sus preocupaciones, hacia los partidos del Mundial, mirando a África y llegando a creer en un momento de confusión que el entrenador Del Bosque, ¿quién sabe?, quizás logre devolver a España su credibilidad perdida en los foros internacionales.
Pero ni con ese espacio de ‘embelesamiento provisional’ que recuerda a la filosofía del ‘pan y circo’ de otros tiempos ingratos y oscuros, la gente logra distraerse. Lo que ocurre es que si oímos al portero Iker Casillas decir que «todos somos conscientes que el halago debilita», no podemos evitar caer en la tentación del agravio comparativo. Si no hubiera tanto gallo de corral en los políticos que nos gobiernan, seguramente un presidente como Zapatero no habría perdido dos años en cumplir con sus obligaciones de afrontar la crisis a su debido tiempo. Si el espíritu de equipo que tiene la selección hubiese sido la marca de distinción del Gobierno español con los partidos de la oposición, seguramente ahora no estaríamos en tiempos de reproches.
La falta de respeto al Pacto de Toledo al decidir unilateralmente congelar las pensiones es la recriminación más difícil de soportar para un presidente de Gobierno que ha tenido a gala sostener un Estado del bienestar, aunque para ello, y ahora muchos también se lo reprochan, tuviera que inyectar, por ejemplo, 13.500 millones de euros a un ‘Plan E’ que solo sirvió para contener los sonrojantes números del desempleo durante unos meses. El fútbol distrae, aunque no crea empleo. Así es que estamos en la ceremonia del entretenimiento, tan necesario cuando la angustia se apodera de los colectivos.
Y el fútbol también oculta otras noticias o, cuando menos, rebaja su transcendencia. Este fin de semana ha vuelto a aparecer el fantasma de la ‘reconversión’ de buena parte de la izquierda abertzale del entorno de ETA. Esta vez, de la mano del propio presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, que se atreve a preconizar que podría incluso producirse un enfrentamiento interno entre quienes quieren desterrar de la política la práctica y justificación del terrorismo y quienes no se atreven a abandonar su inercia. Los escépticos por escarmiento siguen mirando la pantalla del televisor por donde aparece África, escuchan al dirigente socialista vizcaíno José Antonio Pastor y vuelven a mirar el partido. Juega Alemania-Australia. Las palabras del dirigente socialista dedicándose a recordar que, si ETA está en las últimas, lo mejor que se puede hacer por la libertad y la democracia es dejar que se extinga, sin ninguna ayuda que pueda volver a darle oxígeno, suena a un aviso para navegantes cuando falta una semana para que Eusko Alkartasuna celebre su acto conjunto con la izquierda abertzale. Pero también se interpreta como la voz más realista después de todos los cantos de sirena que ha tenido que oír la ciudadanía vasca desde que se dio a conocer , hace años, el primer capítulo de la disidencia.
En el Partido Popular también quedan algunos flecos de la crisis vasca que acabó con el abandono de la política de María San Gil. Una crisis de la que ya nadie se acordaba si no hubiera sido por el anuncio de la alcaldesa de Lizartza y juntera popular, Regina Otaola, de su próximo abandono de la política y de Euskadi. Se va decepcionada y cansada de haberse dejado la piel sin haber recibido el apoyo de sus compañeros de partido. Esa es su percepción. En el PP se lamentan de que la valiosa política no haya querido integrarse desde que se fue María San Gil. De hecho, «no ha perdido oportunidad de manifestarse públicamente en contra de Mariano Rajoy, hoy por hoy, el presidente de su partido».
Una lástima. Al presidente de los populares vascos, Antonio Basagoiti, le da pena su marcha. Es consciente de que no están los tiempos para ir perdiendo gente tan provechosa en los partidos democráticos. Porque las trayectorias marcadas por la decepción, en tiempos de euroescepticismo, no provocan otro efecto que el de la desafección ciudadana hacia la política con mayúsculas. Y de ahí al voto en blanco media una línea demasiado fina para saber distinguirla.
Ahora que atravesamos una fase de revisión política y económica en la que se somete a debate el papel de casi todas las estructuras del sistema, el partido de Rosa Díez, UPyD, insiste en que es el único que se atreve con el tótem nacionalista. No sólo con lo que representa y lo que dicen desde el PNV, sino con su forma de concebir el país. Puede ser que hasta ahora haya sido así pero desde el PSE, José Antonio Pastor, compensando la prudencia del lehendakari Patxi López, ha destapado ya la caja de los truenos contra las diputaciones forales, por entender que están ejerciendo un contrapoder al Gobierno de Ajuria Enea. Y desde el PP, será su propio presidente, Antonio Basagoiti, quien empiece a explicar a los ciudadanos vascos que «el PNV está ejerciendo un boicot descarado a EiTB», la televisión que pagamos con nuestros impuestos.
Tonia Etxari, EL CORREO, 14/6/2010