- Alberto Pérez Giménez-Vozpópuli
¿El Congreso de la Carrera de San Jerónimo o la Trece Rue del Percebe? Compra y venta de votos, fallos al apretar un botón, decir sí «con la nariz tapada», bronca y una ley ‘histórica’ que sale in extremis por un fallo de un diputado enfermo…
Los políticos, según el CIS, el de Tezanos y el de siempre, aparecen desde hace décadas entre las principales preocupaciones de los españoles, ya sea «el mal comportamiento de los políticos» (16,1%) o «lo que hacen los partidos políticos» (12,8%). Lo vivido este jueves en el Congreso, además de sonrojar a cualquier observador, desprestigia aún más a una casta que debía albergar a los mejores y que, un día más, pone de manifiesto que da cobijo en muchos casos a los peores personajes de nuestra tradición, desde el incapaz al desahogado pasando por el estómago agradecido o al simple figurante.
Si lo vivido este jueves -la aprobación de una nueva reforma laboral en contra, en definitiva, de lo que la mayoría de los diputados en el hemiciclo querían votar– no fuera para llorar, el guion de las horas vividas en la Carrera de San Jerónimo (este jueves, 13 Rue del Percebe) daría para una película de Berlanga.
Escena 1: En Pamplona, a muchos kilómetros del Congreso, la dirección de UPN ordena el sentido del voto a sus dos diputados en Madrid. No tiene nada que ver con el contenido de la reforma laboral: Félix Bolaños, el factótum de Moncloa, ha garantizado que -a cambio del sí de los dos diputados navarros- el PSN retirará la reprobación al alcalde ‘upeneísta’ de Pamplona. A bombo y platillo, en la noche del miércoles se anuncia el cambalache y que el Gobierno tiene ‘atado y bien atado‘ el apoyo a la reforma laboral.
El Congreso de los líos
Escena 2: Los dos diputados de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, empiezan a pergeñar -eso dirán ellos tras la votación- su escena triunfal en esta opereta: deciden supuestamente hacer mutis por el foro pero preparan el golpe de teatro. Cuando llegue la hora de votar, darán la sorpresa y romperán la disciplina de voto. Quieren pasar a la historia como los diputados que, por sorpresa, tumbaron la reforma de Sánchez.
Escena 3: En la mañana del jueves, horas antes de la votación, Sayas y García-Adanero dejan claro que van a cumplir las órdenes de la dirección aunque sea «con la nariz tapada». Las relaciones de ambos con el PP son más que sabidas, pero nadie imagina que van a votar en contra. ¿Nadie? Muchos piensan ahora que la mano de Teo García Egea estaba detrás de este giro de guión.
Escena 4: Domicilio de un diputado del PP, Alberto Casero, que está enfermo y se dispone a votar telemáticamente. Ha cumplimentado su identificación. Primer plano. Debe votar si aprueba o no la reforma laboral y si aprueba o no que se tramite como proyecto de ley. Son dos opciones. Primerísimo primer plano: perlas de sudor… La cámara no muestra si se ha equivocado y ha votado sí a las dos opciones (es la versión que se da por aceptada incluso entre muchos de sus compañeros de partido) o si, como dice el interfecto, votó no y la ‘maquina’ le dio un justificante con el sí. Fundido en negro.
Escena 5: En el Congreso va a comenzar la votación. La que se creía protagonista, Yolanda Díaz, lleva todo el día de capa caída. El día de su consagración, el galán y actor principal, Pedro Sánchez, le ha vuelto a robar el plano: la reforma no se ha tocado y va a salir con los votos de Cs, de la derechona de UPN y con el rechazo de los otros actores secundarios con quienes hace «cosas chulísimas» desde el Gobierno: Rufián, Otegi y Aitor Esteban.
Escena 6: Termina la votación. 175 frente a 174. Los dos actores navarros se coordinan en Twitter para dar la campanada. «Hemos votado en contra», proclaman… Pero, aún así, el caos se apodera de la escena. No pasarán a la historia del parlamentarismo. La reforma ha sido aprobada pese a que la presidenta de la Cámara se equivoca -tampoco era tan difícil- y proclama en un primer momento que «ha sido derogada».
Escena 7. Teo García Egea gesticula y hace aspavientos desde su escaño. «Cacicada», claman los del PP. «Pucherazo», denuncian los de Vox. Ambos acudirán al Constitucional. «Torpes», se mofan los del PSOE que ven cómo, por los pelos, la ley estrella de Sánchez y Calviño, con Díaz en el papel de amante despechada, sale adelante.
Flashback: El diputado Casero, al darse cuenta de su error/fallo del sistema, intenta revertir el sentido de su voto. Lo comunica a la presidencia de la Cámara. Presa de la desesperación, acude al Congreso. Ni caso. Meritxel Batet no cederá. Eso es lo que se debe dilucidar ahora: si hubo fallo del sistema (todo parece indicar que no) y si lo comunicó antes de que empezara la votación.
Escena 8: Ante las cámaras, desfilan los políticos populares denunciando el secuestro de la democracia. En las redes, se multiplican las teorías de la conspiración: ¿será Casero el voto que necesitaba el PP para que no se tumbara la reforma?… La trama queda abierta. El PP insiste en que el reglamento obligaba a admitir la rectificación del voto.
Escena 9: En su casa, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, asiste confinado a la jornada clave de la reforma laboral. Atónito, no le llega la camisa al cuello por lo que ha podido pasar. Tiene covid tras viajar en el mismo avión que Sánchez.
Escena 10: Un escaño ha permanecido vacío todo el día, el del diputado Alberto Rodríguez ‘el Rastas’. Desde que le condenaron y se lo quitaron, en Podemos se han negado a sustituirlo. Tampoco Yolanda Díaz se preocupó mucho por él. ¿A quién le importa si un acta de diputado no se recoge? Si Casero o el sistema no hubieran fallado, su ausencia habría sido clave para perder la votación.
Escena 11: En Pamplona, sin solución de continuidad, los socialistas navarros anuncian que vuelven a plantear la reprobación del alcalde tras comprobar que los dos diputados de UPN no han cumplido con el ‘trato’. No conocen la vergüenza.
Escena final. Los españoles, abochornados, aumentan de manera exponencial su desapego hacia una clase política que chalanea con el voto, se equivoca al apretar un botón, compra voluntades, síes o noes a cambio de una reprobación, que obliga a votar con la nariz tapada o que es incapaz de acordarse de que un escaño está vacío…
En esta mala película, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia: es así de triste. Y en el próximo CIS, los políticos volverán a escalar posiciones en las preocupaciones de los españoles. Escalará tanto, como el voto de castigo en las próximas elecciones. Y ya saben quién será el principal beneficiado.