Berliner

DAVID GISTAU, ABC – 01/12/14

· Es importante que de los Berliners de Barcelona empiece a hablarse en términos que trasciendan las siglas.

Iba a hablar de aparición mariana en Cataluña. Pero lo descarté por el riesgo de que el ministro del Interior lo entendiera en el sentido literal. Ya dijo que el Muro de Berlín lo derribó la Virgen de Fátima, y ahora podría creer que los dioses bajaron a arropar a sus favoritos, como en «La Ilíada». Pese a la atribución de milagros por imposición de discurso, nos contentaremos con decir que Rajoy no se apareció en Cataluña, sino que la visitó. Se marcó un «Ich bin ein Berliner» de todo a cien que al final derivó al mero acto sectorial para promover el estímulo dentro de sus siglas. Sin que, por cierto, nadie del PP catalán lo conminara a callarse alegando que de Cataluña sólo pueden opinar catalanes, como hicieron con otros compañeros de partido cuyo discurso no es autocomplaciente, sino exigente.

Un mitin siempre alberga propósitos partidistas. Pero en este caso fue más perjudicial, porque resulta inaceptable un retrato sociológico de Cataluña compuesto por independentistas, a un lado, y por votantes o militantes del PP conectados con la Meseta como por un puente aéreo sentimental (el de Berlín, no el de Iberia) y cuyo optimismo acerca del porvenir depende de que Rajoy salga de excursión un sábado. Esta reducción social es tan inverosímil como la que hace el nacionalismo.

Los mítines sirven para defender intereses electorales. Y eso hizo Rajoy cuando intentó asociar al PP la defensa constitucional de la unidad española precisamente cuando en Cataluña hace tiempo que el PP dejó de ser referencia de ello. Hasta el punto de que su ausencia, como la de la izquierda durante su abducción por el Tripartito, tuvo que ser compensada por movimientos cívicos y partidos emergentes como el de Rivera.

Es importante que de los Berliners de Barcelona empiece a hablarse en términos que trasciendan las siglas. Para empezar, porque eso mismo logrará Mas con los independentistas si cuaja su experimento del punto programático único para unas elecciones con influencia de referéndum. Como Berliner entiendo incluso a un votante habitual de Convergencia al que pueda repeler ese punto único. Mientras en Madrid las conversaciones se vuelven cada vez más disparatadas y oscilan entre la rendición de la Constitución y el lanzamiento en paracaídas de la Legión –lo cual invalida Madrid como salvador exógeno–, cada vez tengo más arraigada la certeza de que Mas logrará limitar, con las elecciones plebiscitarias, la solución política a lo que exprese el votante catalán.

Y que ya no queda sino traspasar toda la responsabilidad a esos supuestos cuatro millones que hicieron bien en no participar en la charlotada del 9-N, pero que pronto serán convocados a una decisión de futuro en la que estarán solos. Si ellos no evitan una mayoría independentista en el Parlamento catalán, que no esperen nada de Madrid, porque en Madrid, cuyo próximo Parlamento encima es imprevisible, todos los días a las ocho de la tarde no te dictan una conferencia, te explican una solución definitiva para Cataluña.

DAVID GISTAU, ABC – 01/12/14