La poesía de Bertolt Brecht de nuevo ha golpeado a la puerta del PNV y EA. Y eso acogota. Son los mismos partidos que en tantas ocasiones han eludido la solidaridad y la condena por los ataques a los populares. En la manifestación que convocaron no estaba Batasuna, pero sí el PP, porque -a diferencia del protagonista del poema- sigue estando en la resistencia.
La cosa no está para juegos pero, después del inquietante capítulo de los espías de Zarautz, propongo una adivinanza. Si leen atentamente frases como éstas: «es fascismo puro y duro; es como volver a la época de Hitler», «saberse espiado, inquieta», «los chivatos que espían a concejales y los que roban las pistolas son quienes ponen obstáculos al proceso de paz», se creerán que forman parte del ‘copyright’ del PP, que es, al fin y al cabo, quien se suele quejar de que en el entorno de ETA siguen sin cambiar de costumbres, a pesar del ‘alto el fuego’. Tan insistentes han sido las quejas del PP, que al socialista Pastor le resultaban molestas, tanto que llegó a decir que el partido de María San Gil «dramatiza hasta extremos grotescos» la situación.
Pero no va por ahí la respuesta de la adivinanza. Parece, pero no es. Frío, frío. Esta vez se han quejado los nacionalistas de las inquietantes costumbres de los amigos de Batasuna. Acusan el golpe porque ‘lo grotesco’ de la situación es que el espionaje del entorno terrorista, detectado en datos recopilados en la herriko taberna, iba dirigido hacia ediles nacionalistas y policías municipales.
La poesía de Bertolt Brecht, de nuevo, se ha hecho carne y ha golpeado a la puerta del PNV y EA. Y eso acogota. Y duele. Indigna, incluso. Y los mismos partidos que, en tantas ocasiones, han omitido gestos de solidaridad y condena por los ataques sufridos por los populares, esta vez, han dirigido las descalificaciones que se merecen quienes se dedican a espiar los movimientos del vecino con intenciones nada pacificadoras, en una tierra en donde la banda terrorista ETA sigue resistiéndose a desaparecer. Y no sólo les han llamado fascistas, sino que ahora se dan cuenta de que el obstáculo al llamado proceso de paz no es otro que el de los propios terroristas. Les ha costado llegar a la conclusión a la que llegaron hace tiempo tantos otros ciudadanos escarmentados con anteriores procesos que comienzan a parecerse cada vez más al presente. Para eso, ha tenido que golpear el poema de Brecht a su puerta.
Pero desde el PNV y EA deberían extraer una conclusión de este capítulo: en la manifestación que convocaron, no estaba Batasuna, ni los de Amalda Bilgunea, lógicamente, pero sí estaba María José Usandizaga; la que dijo, en la anterior tregua, que ETA no mataba pero que no les dejaba vivir. Y estaba el PP porque, a diferencia del protagonista del poema de Brecht («cuando finalmente vinieron a por mí, no quedaba nadie para protestar») sigue estando en la resistencia. El mismo partido a quien, un mal día, ETA quiso hacerlo volar por los aires, desde el mismo cementerio. Mientras tanto los socialistas, en la campaña de Cataluña, llamándoles «derecha extrema». Ironías e injusticias de la época que nos ha tocado vivir.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 1/11/2006