Braulio Gómez-El Correo
En democracia suele haber muchos actores con poder de veto sobre las decisiones políticas. Los partidos rivales o socios, si su voto es decisivo para construir la mayoría necesaria; los tribunales superiores o tu propio partido, si tiene capacidad de controlar a sus gobernantes. Se estima que la concentración de poder afecta negativamente al funcionamiento democrático de las instituciones porque dificulta el control de los abusos que van asociados al ejercicio de la representación política.
La bicefalia o el reparto de poder en el interior de los partidos políticos entre los líderes de las instituciones publicas y los líderes de los partidos se ha entendido como una organización interna no solo más eficiente en términos de rendimiento electoral para cada partido, sino como una fórmula que amplía la democracia al convertirse el partido en otro vigilante más con capacidad de veto sobre sus propios representantes en las instituciones.
En un momento en que la militancia activa en los partidos es menguante, cada vez menos representativa de la sociedad y con una desconfianza persistente mayor hacia los partidos que hacia las instituciones, quizás es el momento de plantearse si esa admirada por democrática y eficiente bicefalia vasca que ha caracterizado al principal partido de este país, el Partido Nacionalista Vasco y que ha sido imitada por sus principales competidores, sigue siendo la mejor opción tanto por su eficiencia electoral como por su contribución a mejorar la democracia desde el punto de vista del interés de la ciudadanía.
La ciudadanía está empezando a conocer el rendimiento institucional real tanto del nuevo lehendakari, Imanol Pradales, como del líder de la oposición, Pello Otxandiano. En un escenario en el que el mandato popular era de cambio en las políticas de los últimos años para dos de cada tres vascos, Pradales pretende marcar la iniciativa de ese cambio a través de las nuevas caras de su recién estrenado Gobierno y de su personal enfoque para solucionar los principales problemas de la ciudadanía vasca. Por otro lado, el líder de la oposición intenta transmitir una identidad constructiva al mismo tiempo que va generando propuestas alternativas a un Gobierno que cuenta con la mayoría absoluta en el Parlamento, aunque los focos y los titulares se los sigue llevando el líder del partido que le nombró.
El último ciclo electoral ha exigido a la ciudadanía que ejerciera su mandato democrático y expresara sus preferencias políticas a través de las urnas. El escenario electoral contínuo genera batallas de posiciones y la ciudadanía espera ahora de las instituciones que tomen decisiones una vez pasadas las elecciones. Los dos partidos enfrentan este año su proceso interno de pronóstico incierto para el PNV y más predecible para EH Bildu. Podría ser bueno para el interés general que en el proceso interno jugaran un papel decisivo los nuevos líderes institucionales de ambos partidos. Y que reforzaran el vínculo de su partido con la sociedad a través de su nuevo liderazgo legitimado por las urnas sin cohabitaciones con el pasado que les designó.